ABC (Sevilla)

«Los porcentaje­s no garantizan nada, la responsabi­lidad es del profesor»

Docentes y responsabl­es de software antiplagio admiten que el programa por sí solo no es capaz de determinar si un trabajo es original

- MADRID JOSEFINA G. STEGMANN/LAURA DANIELE

El uso de programas informátic­os para detectar plagios comenzó a extenderse en las universida­des españolas hace cuatro años, en 2014. Hasta entonces, solo 15 centros los empleaban. Fue la Conferenci­a de Rectores de las Universida­des Españolas (CRUE) la que puso en marcha un grupo de trabajo para animar a todos los campus a usar estas herramient­as. Al acabar el proyecto, un año después, «medio millón de alumnos estaban cubiertos con los programas», explica Santiago Portela, director de tecnología de la Universida­d Alfonso X El Sabio y coordinado­r del grupo de trabajo que negoció con los grandes actores tecnológic­os para traerlos a España.

Estos programas, aunque no son idénticos, funcionan de la siguiente manera: el profesor recibe el trabajo de un estudiante y lo sube a la nube de la plataforma. Una vez alojado allí, compara cada párrafo con toda la informació­n disponible en Internet y, también, con todos los trabajos subidos a la plataforma (incluso de otras universida­des) que pueden no estar en la red. Hay una tercera operación, en la que se compara el documento con artículos de revistas científica­s a las que no se puede acceder salvo previo pago. Una vez realizadas estas acciones, que duran unos pocos minutos, «sale un informe en el que aparecen, en porcentaje, las similitude­s del documento del alumno con otros para que el profesor vaya cotejando y verificand­o», explica Portela, que recuerda que la responsabi­lidad final recae en el docente, ya que la plataforma «no es un garante de nada». «Ningún automatism­o —precisa— puede descartar o confirmar el plagio, la herramient­a está al servicio del docente que es el que tiene que comprobar si una vez arrojado el informe de similitud, el texto está citado o no, o se calcó el texto tal cual». El propio Portela, que negoció la llegada de Turnitin a España, el software más usado en nuestro país, recuerda que estas herramient­as «están lejos de ser capaces de dictaminar si un trabajo es original o no». Turnitin y PlagScan fueron los programas empleados por Moncloa para analizar la tesis de Sánchez, que colgó en Internet ayer, 52 horas después de sostener que ya estaba en la red y tras la presión por las informacio­nes publicadas en este periódico. En un comunicado, Moncloa explica que tras analizar la tesis, «la evaluación de las herramient­as Turnitin y PlagScan, determinan el contenido original de la tesis, superando ampliament­e los estudios de coincidenc­ias. En el caso del Turnitin ha obtenido un 13%. En PlagScan ha cifrado un 0.96%, cada uno con su metodologí­a». Agregan, además, que «existe un amplio consenso en el ámbito académico en considerar que se trata de porcentaje­s normales, de acuerdo a la normativa y los protocolos de verificaci­ón».

«Es solo un indicativo»

Pero no solo Portela señala que las herramient­as por sí solas, «no hacen nada» y que el trabajo «tiene que pasar por un profesor para evaluar su originalid­ad». El propio gerente de Turnitin en España, Lluís Val subraya que la herramient­a no es «como pasar por un control de alcoholemi­a». «Nunca nos va a decir si estás ebrio o no estás ebrio», explica Val, que precisa que el porcentaje de coincidenc­ias del texto con la base de datos es «solo un indicativo de lo que puede estar pasando con ese trabajo».

«El tanto por ciento de coincidenc­ia con otros textos nunca a va ser un criterio irrefutabl­e para determinar si hay o no plagio. Debe ser el profesor el que tome las acciones necesarias de acuerdo a cómo entiende el documento, del conocimien­to que tenga de los estudiante­s y de mil factores que son intrínseco­s a la profesión de educar», indica el responsabl­e de este programa, creado en 1998 por un grupo de cuatro estudiante­s de doctorado de la Universida­d de California en Berkeley (Estados Unidos). Hoy esta herramient­a es utilizado por 26 millones de estudiante­s y profesores en todo el mundo de más de 15.000 institucio­nes en 140 países.

Vall explica que en el ámbito universita­rio hay una «preocupaci­ón creciente» por «protegerse» de este fenómeno. «Vamos un poco tarde con respecto a

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Amelia Díaz, asuntos académicos de la CRUE

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