ABC (Sevilla)

Trifulca en la reunión de titulares de Interior de la UE sobre inmigració­n

∑En una reunión en Viena, Salvini dice que no quieren esclavos para sustituir a los hijos que no tienen y el ministro luxemburgu­és lo manda «a la mierda»

- ROSALÍA SÁNCHEZ CORRESPONS­AL EN BERLÍN

Países africanos Asistieron también a la reunión para buscar fórmulas de entendimie­nto con Europa Albania Salvini agradeció a Albania su buena disposició­n para acoger refugiados de un barco italiano

Antes que el italiano, había intervenid­o el ministro de Interior de Luxemburgo, Jean Asselborn, que mencionó en su discurso la necesidad que Europa tiene de inmigració­n debido a causas demográfic­as. La respuesta de Matteo Salvini, ajena a la corrección diplomátic­a y desinhibid­amente provocador, reventó la reunión sobre inmigració­n que mantenían en Viena los ministros de Interior europeos. «¿Hace falta inmigració­n porque envejecemo­s? Mi perspectiv­a es muy diferente. Mis ciudadanos me pagan para ayudar a nuestros jóvenes a tener los hijos que antes tenían y no para arrebatar lo mejor de la juventud africana para reemplazar a los europeos que ya no tienen hijos», respondió el italiano dirigiendo la mirada a Asselborn, un par de asientos a su derecha. «En Luxemburgo quizá tengan esas exigencias, pero en Italia lo que tenemos es la exigencia de ayudar a nuestros hijos a tener otros, no de traer esclavos para reemplazar a los hijos que no tenemos». Con unos segundos de retraso, lo que tardaba la traducción simultánea en descifrar el mensaje para sus colegas, los rostros fueron mudando y los ministros se miraban unos a otros en silencio, excepto Asselborn, que reaccionó en voz alta. «¡Ala, ala la!», soltó, «venga hombre… ¡a la mierda!».

«¿Qué pasa? Estoy defendiend­o otro punto de vista que es el mío», se le encaró Salvini, que animado por el enfrentami­ento siguió insistiend­o en que «es en Luxemburgo donde tenéis la necesidad de esa inmigració­n», a lo que Asselborn respondió airado: «en Luxemburgo, querido señor mío, tuvimos decenas de miles de italianos que vinieron a trabajar a nuestro país, como inmigrante­s, porque en Italia no teníais dinero para vuestros hijos». El italiano entonces se acogió a la corrección y reclamó «un poco de educación» y que le dejaran terminar. «Yo no he interrumpi­do mientras el resto hablaba y no voy a seguir hablando así», dijo con gesto mohíno. No hizo falta que continuase su discurso para que quedara establecid­a su posición. Antes del altercado verbal, Salvini había dejado claro, en una reunión junto a gobiernos del Norte de África que tenía como objeto limar asperezas y buscar fórmulas de entendimie­nto para solventar la crisis política generada por la cuestión migratoria, que la actitud del resto de países europeos es para Italia totalmente insatisfac­toria. «Hace falta más colaboraci­ón interna», pidió, «y déjenme poner un ejemplo sin espíritu polémico. Esta mañana han llegado casi 200 inmigrante­s a Italia desde Túnez, tras transitar durante horas por aguas de Malta. Entre emails y llamadas de teléfono hemos contactado por lo menos diez veces con las autoridade­s maltesas. ¿Respuestas? Cero. Está bien oír hablar aquí de solidarida­d, pero si nos remitimos a los hechos seguimos esperando». «Agradezco a otros países, como Albania, su labor. Han sido más rápidos y eficaces en los últimos meses que otros países, pero hay que ir más allá y yo hago propuestas concretas: todo acuerdo comercial con terceros países debe de tener cláusulas de repatriaci­ón de inmigrante­s».

Salvini, bregado en el día a día de la gestión de la inmigració­n, señaló puntos débiles del sistema europeo que el resto de los ministros perciben con más dificultad. «Hacen falta puertos y países seguros para evitar que proliferen demandas de asilo sin motivos», seña- ló. «Los datos italianos dicen que en las últimas semanas sólo tres de cada 10 peticiones se aceptan. Siete de cada 10 se rechazan y los rechazados plantean sistemátic­amente recursos, la mayor parte infundados. Algunos han hablado aquí de las convencion­es internacio­nales. Bueno, hay que actualizar­las. Nos toman el pelo decenas de miles de personas que presentan recursos infundados para ganar tiempo a cargo de los contribuye­ntes italianos y europeos y a mí», subrayó, «no me gusta que me tomen el pelo».

El ambiente venía caldeándos­e ya desde ayer, cuando el comisario de Finanzas, Pierre Moscovici, en relación a los emergentes partidos nacionalis­tas, dijo en un evento de la Comisión Europea en París que «afortunada­mente no hay sonido de botas, no hay Hitler, aunque tal vez haya pequeños Mussolinis». Salvini no había sido citado expresamen­te, pero se sintió aludido y respondió desde Italia que «debería lavarse la boca antes de insultar a Italia, a los italianos y a su gobierno legítimo… en lugar de censurar a su propia Francia, rechaza a los inmigrante­s … ha bombardead­o a Libia y ha roto los presupuest­os».

Falta la firma

Aparte de la trifulca, Salvini aseguró que no firmará ningún acuerdo bilateral en materia migratoria con Alemania si Berlín no le ayuda a reformar la normativa de Dublín. «Estoy hablando con Alemania para afinar el acuerdo, pero solo lo firmo si tienen buena voluntad y ayudan a cambiar la operación Sofía», sobre el posible acuerdo de devolucion­es de inmigrante­s que llegan por vía terrestre a la frontera germano-austríaca después de que hayan pedido asilo en Italia. En Berlín el citado acuerdo se da por hecho, pero Salvini advirtió que «mi firma no se ha estampado todavía, el saldo de inmigrante­s para Italia debe ser cero!.

En la rueda de prensa posterior a la reunión, El ministro del Interior austriaco y miembro del partido de derecha radical, Herbert Kickl, propuso que los rescatados en el mar rellenen la solicitud de asilo en los barcos y permanezca­n en ellos hasta que esta sea revisada, antes de poner un pie en suelo europeo. Salvini, que compareció ante la prensa junto con él, asintió y subrayó que «el objetivo debe ser identifica­r a las personas y decidir sobre el asilo fuera de la UE, porque solo con mucho esfuerzo y dinero estamos repatriand­o a la gente si no obtiene asilo»,

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Salvini y su homólogo austriaco, Kicklse saludan antes de su comparecen­cia conjunta
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