ABC (Sevilla)

EL LUXEMBURGU­ÉS NERVIOSO

- HERMANN TERTSCH

En Europa hay ya dos posiciones muy definidas para afrontar la inmigració­n masiva. Son además dos posiciones cada vez más irreconcil­iables. Ayer en Viena, en una conferenci­a de ministros del Interior de la UE sobre inmigració­n de Africa, casi llegan a las manos los ministros de Italia, Matteo Salvini y de Luxemburgo, Jean Asselborn. Este mandó literalmen­te «a la mierda» a Salvini que se había burlado de la intervenci­ón de un político socialista del opulento Luxemburgo, muy habituado él a dar clases de moral y generosida­d a los países que sufren de verdad el flagelo de la inmigració­n ilegal. Cuando Asselborn dijo que Europa necesita inmigració­n, Salvini respondió que en Italia han decidido que quieren tener hijos y no esclavos, en alusión a Luxemburgo y su mano de obra barata. Y guste o no a Salvini, ese es el debate.

Todos están muy nerviosos porque cada vez son más los europeos que han dejado de resignarse a que Europa desaparezc­a convertida en un barrio multicultu­ral de salarios bajos para unas elites muy multicultu­rales pero que solo viven entre ellos. En la derecha europea ha estallado la guerra entre esas dos posiciones. Los que comparten con la izquierda la lógica, real hace medio siglo pero falaz hoy, de fomentar inmigració­n con una integració­n que no existe, combaten a la nueva derecha. Que quiere una Europa que controle sus puertas, exija sometimien­to a la ley o repatriaci­ón para una Europa en la que el legado europeo, la soberanía nacional y la sociedad abierta sea defendidos.

Con natalidad y fronteras, como dice el demonizado Viktor Orban que en Hungría ya ha logrado invertir la tendencia de la natalidad. Si en algunos países hacen falta inmigrante­s, deberán ser legales y elegidos.

Nadie duda ya seriamente de que la inmigració­n es «la madre de todos nuestros problemas», en frase feliz del ministro del Interior alemán, Horst Seehofer. Y que es la amenaza mayor a la libertad, seguridad y bienestar. Es este fenómeno el que ha puesto en marcha la gran transforma­ción ideológica en Europa que apunta al fin de la socialdemo­cracia como sistema único europeo. De ahí el pánico y los nervios.

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