ABC (Sevilla)

HIJOS DE PAPÁ Y OTRAS ESPECIES

- ÁNGEL ANTONIO HERRERA

El hijo de papá suele ser una criatura consentida y caprichosa, tirando a zángano de cháchara, tirando a pícaro de poca maña. El hijo de papá no es necesariam­ente una oveja negra, pero a menudo un poco sí. A veces, la familia incluye un hijo de papá, o una hija, o una oveja negra, en fin, que es como si te saliera un pariente premio Nobel, pero al revés. La oveja negra es, efecto, un premio Nobel de lo suyo, que viene a consistir en el exquisito malvivir de holgura, entre la discoteca y la comisaría. El hijo de papá es otra cosa, porque a veces pierde la vida en un señoritism­o de aparentar no ser un señorito. Se emplea en trabajar mucho para no hacer nada. Aquí en España, nos pudiera salir enseguida un apunte de club de la oveja negra, que va desde José Fernando, el chico de Ortega Cano, hasta Pocholo Martínez-Bordiú. En la zona internacio­nal, asoma Charlie Sheen, Cameron Douglas o Paris Hilton. La oveja negra no lo es siempre, porque la oveja negra funciona según la racha, y a veces hasta tiene ánimo de enmienda. Pasa igual con el hijo de papá, que lo mismo luego va, se casa, y hasta se corrige. Aquí hemos tenido casos gloriosos de ovejas negras, hijos de papá, o exóticos de linaje, desde Álvaro de Marichalar hasta José Luis de Vilallonga, por citar a dos difuntos de alto retrato. Si miramos un poco lejos, en esto de los raros de alcurnia, hasta nos sale Jaime de Mora, que se travistió en Don Fabiolo, por hermano de Fabiola de Bélgica, un título de un tipo que no tuvo título mayor que anfitrión de la agenda de champán de los jeques, en Marbella. Luego está Pocholo, luego está Bofill. Hasta pudiera entrarnos Enrique Iglesias en un coro de hijos de papá, sólo que Enrique pilló pronto un micro y se hizo solista internacio­nal. Pocholo es un Conan del disparate, un Tarzán del exceso, un atleta del viva la vida, que no necesita soltarse la melena para demostrar que lo suyo es el desmelene. José Fernando, el crío de Ortega Cano, nos ha venido saliendo un rebelde sin causa, pero sí con herencia, porque pilló la pasta familiar, casi un millón de euros, según la contabilid­ad rápida de la telerrosa, y salió corriendo de juerga. Hasta que le echo el alto la policía. Pocholo, durante épocas, se nos antojó un personaje inventado por «Tómbola», pero luego resultó que no. Luego vimos que existía. Quiero decir que su discurso de kamikaze y su indumentar­ia de nómada de Ibiza no son obra de un guionista con fiebres sino una manera de estar o de no estar en el mundo, que con él nunca se sabe. Ricardo Bofill fue un día Ricardito Bofill, se casó con una desocupada, Chabeli, y luego enmendó el alegrón dando de novio de Paulina Rubio, monísima como una fiera. Fue un cara, y una cara. Un golferas con veleidades de escribient­e. Un incendiari­o con acento pijo.

LINAJE No siempre son ovejas negras. Hay casos gloriosos de exóticos de linaje

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Arriba, Paulina Rubio con Ricardo Bofill en 2003. Abajo, Pocholo Martínez-Bordiú, el verano pasado, en Ibiza
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