Freiduría- Restaurante El Arrecife Mar adentro
«Este es un restaurante con despacho a la calle de pescao frito o al revés, que nunca se sabe que es mejor»
Qué hartura de «prucés». Nos tienen a todos fritos con tanto lazo amarillo y tanto desprecio al resto los españoles. Aquí en Sevilla estas cosas las discutimos delante de un papelón de pescao pasado por aceite hirviendo y lo único amarillo que se destila no es bilis sino Cruzcampo helada, que nada enfría mejor los ánimos más soliviantados. Ante un pliego de estraza con abundante material marino Sevilla resuelve, desde peliagudas crisis cofradieras hasta los asuntos políticos de mas hondo calado, que diría un tertuliano cursilón y que aquí viene al pelo hablando de pesca. El pescado es algo a lo que un buen trato en la «fritanza» saca lo mejor de sí mismo y eleva de categoría culinaria o termina de hundir para siempre. Que se lo pregunten al tontuno y soso cazón, al que la fragancia del adobo y la correcta fritura convierte en bocado de cardenal. Por eso esta humilde columna, que cumple 10 años de singladura dando la tabarra en la barra, echa la red en este banco de buenos peces. El Arrecife es un restaurante con despacho a la calle de pescao frito o al revés, que nunca se sabe que es mejor. Aquí la clientela forma sevillanas colas para recoger los pertinentes cartuchos de calamares, puntillitas, boquerones, salmonetitos, pijotas, rosada, bacalao, pescada, acedías o cualquier especie marina susceptible de retozar en harina y nadar en aceite caliente. Incluido el susodicho cazón en adobo. Todo frito con excelencia, sin pasarse o no llegar y perfectamente escurrido. Como debe ser. La corta espera —porque algo más de lo bueno de El Arrecife es su amplia nómina de servidores— puede acompañarse en mesas altas con unas papas aliñás de excelente factura o con una buena ensaladilla de pulpo. Porque, aún sin entrar en el comedor, el tapeo en El Arrecife invita a quedarse: huevas aliñadas, chipirón a la plancha; los mejillones gordos en escabeche o al vapor, un sabroso salpicón de marisco (al que le sobran los palitos de pseudocangrejo) o unas gambas de correcto porte y buena cochura. La tapa de mojama o de hueva de maruca con una media de la Gabriela pueden ser la excusa perfecta para echar un buen rato en esta casa donde han conseguido, extractor de gran categoría mediante, que no tenga que salir el cliente a meterse directamente vestido al bombo de la lavadora por el olor a fritanga. Y si aprieta la calor, no desprecien aquí al tomate aliñado del que todavía es tiempo además de ser muy sano, sobre todo para el esquilmado bolsillo del veraneante…
PD. Lleven siempre de casa una talega de tela para trasladar los cartuchos de pescado, que en bolsas de plástico contaminan el mar y dejan el genero «lamío».