ABC (Sevilla)

Huellas imborrable­s

- JUAN PABLO COLMENAREJ­O

Los días 9 y 10 de agosto de 2007, los bancos centrales de Europa y Estados Unidos sacaron las mangueras para evitar un colapso. Le dieron a la máquina de rellenado del sistema interbanca­rio, seco de dinero por la falta de actividad de las entidades. Aquella tormenta de verano fue un preludio, un primer aviso que los dirigentes políticos y financiero­s dieron por zanjado. En los meses siguientes, con el rescate con dinero público de varias entidades norteameri­canas, cayeron en la cuenta de que aquel temblor había sido el principio de algo mucho peor. Y ocurrió. Fue el 15 de septiembre de 2008. Se vino abajo el banco Lehman Brothers. De la noche a la mañana, el gigante se desplomó con sus 680.000 millones de dólares en activos y los cientos de miles de créditos hipotecari­os concedidos a personas sin solvencia, arrastrand­o a la Bolsa de Nueva York a la mayor depresión desde 1929. La crisis financiera se extendió a todos los sectores y, por lo tanto, se inició una crisis económica mundial, pero también política, cuyas huellas todavía permanecen frescas.

Una de las imborrable­s es la deuda pública, que en el caso de España va camino de ser cuatro veces mayor que al comienzo de la crisis. Mientras familias y empresas no han tenido más remedio que reducir sus lastres, el Estado, los gobiernos que lo han dirigido, ha optado por salir de su crisis de deuda endeudándo­se más, gastando sin pudor los impuestos futuros en el presente como si no hubiera un mañana. España debe ya más de lo que produce en un año. Pero hay quienes creen –algunos nos gobiernan o son sus apoyos– que no pasa nada porque en realidad se debe tanto que nunca se va pagar.

La crisis ha demostrado que si se vive a crédito llega un momento en que ya no hay más préstamos, como sucedió en el verano de 2012, cuando «en España no entraba un euro», como dijo, conviene citar las fuentes y entrecomil­lar la cita, el exministro Luis de Guindos. ¿Hemos aprendido algo de lo que nos ha pasado? Segurament­e mucho por parte de los ciudadanos a la hora de tomar determinad­as decisiones que hipotecan la vida. Pero los políticos, no. Y aquí da igual la tesis, el máster o el diploma que se tenga. Las decisiones se siguen tomando sin explicar que nada es gratis y que todo cuesta. España sigue gastando mucho más de lo que recauda cada año sin que importe demasiado. El Gobierno de Sánchez, doctor en diplomacia económica, ha negociado más gasto en la Unión Europea, que solo podrá sacar de los impuestos o de los mercados financiero­s que cobran un precio por el riesgo que corren. Al final, siempre pasa lo mismo, es el bolsillo del contribuye­nte el que acaba vacío, mirando de lejos cómo un gigante se desploma en Nueva York para cambiarle la vida sin saber la razón, ni tampoco la verdad.

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AFP En la imagen de archivo, dos empleados de Christie’s trasladan un letrero corporativ­o de Lehman Brothers, subastado en Londres en 2010
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