Canto a la fe y la cultura judías
En este gran concierto inaugural de la temporada ocurrieron muchas cosas, y buenas. De entrada: en las notas al programa figuraba, por primera vez que recordemos, aunque nuestra Sinfónica detente el título de «Real», la frase «Con el alto patrocinio de S.M. el Rey». También se celebraban los cien años del nacimiento de Leonard Bernstein (25 de agosto de 1918), con su testamento sinfónico: la «Sinfonía nº 3», «Kaddish» (en arameo, «Santificado», una de las oraciones más importantes del judaísmo), y el estreno absoluto del concierto para guitarra y orquesta «Sefarad», en tres tiempos, del mexicano Samuel Zyman, residente en Nueva York desde los 80.
Con esta obra, inspirada por la «Suite Sefarad» para guitarra sola de Sergio Bross, amigo de Zyman (ambos de ascendencia judía), comenzó la velada, con el magistral José María Gallardo del Rey como solista. Con influencias de la música sefardita, es un bello compendio, sencillo y a la vez complejo, de diversas músicas del último siglo. Tras su brillante ejecución, Gallardo del Rey nos regaló la popular pieza anónima del Cancionero de Palacio (s. XV-XVI) «Tres morillas m’enamoran en Jaén».
Después del intermedio, la «Sinfonía nº 3», «Kaddish», también en tres partes, interpretada por un impresionante elenco: el grandísimo, en cantidad y calidad, Coro de la A. de AA. del Teatro Maestranza, impecablemente preparado por su director, Íñigo Sampil; la nutrida Escolanía de Los Palacios, esta vez guiada por Ana Rioja; Kelley Nassief, estupenda y expresiva soprano lírica; Judith Pisar y Leah Pisar, viuda e hija de Samuel Pisar, norteamericano nacido en Polonia, superviviente del Holocausto fallecido en 2015, autor de los hermosísimos y dolorosos textos, que fueron emotivamente narrados por Judith y Leah.
La alternancia y concordancia de coros, soprano, narradoras y una ROSS impresionante, espléndida, fueron guiadas por las manos sabias de Axelrod en todo momento. El resultado, otra vez más, para guardar en la memoria duradera de esta Sinfónica nuestra, verdaderamente, y no solo en su nombre, regia.