SEVILLA Y LA OPORTUNIDAD PERDIDA
Lejos de aquellos planos de metro similares a nuestro centro nervioso, el de la capital hispalense se queda como un encefalograma plano
MUCHO antes de que Google se convirtiera en nuestra sombra y la mitad de la población hablara de economía circular, en casa ya practicábamos eso de intercambio de viviendas. Una idea que surgió del ámbito educativo, en el que los profesores, con más vacaciones que la mayoría pero menos sueldo también que la mayoría de licenciados, compartían sus viviendas por Europa a través de un enorme libro de fotografías muy parecido a las ya obsoletas guías de teléfonos. «Intervac» nos ponía en contacto con otros profesores de Europa, y a través de emotivas cartas y envío de llaves por mensajería, conseguíamos iniciar el camino de la economía colaborativa que hoy en día revoluciona el ámbito social y empresarial.
Las nuevas tecnologías nos abren un mundo de oportunidades, de creación de empresas, de mejora de los servicios, de seguridad. Y han sido muchos, incluidos los portales para intercambiar viviendas, los que han sabido aprovecharlas. Con esta mentalidad, hemos recorrido, niños a cuesta, media Europa y despertado en nuestros hijos el interés por descubrir otras culturas y países. La búsqueda de la oportunidad como instinto, como filosofía de vida. Siempre me ocurre lo mismo, en todas las ciudades a las que llego: siempre pienso que hay algo de ellas que podríamos tomar para la nuestra. De Inglaterra, el club amigo del Patrimonio inglés; de Burdeos, la rehabilitación del puerto como centro cultural y de ocio de calidad; de Bélgica, la imaginación de crear una playa en sus plazas… Y este año, de Suecia y Dinamarca me traigo la triste sensación de que Sevilla es la tierra de las oportunidades perdidas.
Copenhague ha conseguido mantener el sabor de su casco antiguo —y sin necesidad de peatonalizar— con sus canales y sus fachadas de colores, con el desarrollo de un barrio cosmopolita, Orestad, un deleite para cualquier amante de la arquitectura. La residencia estudiantil de Tietgen Kollegiet, inspirada en las casas redondas de la etnia China Hakkam, el impresionante hotel —español— Bella Sky o la casa de conciertos de Nouvel, confieren un barrio del futuro a escasa distancia del Tivoli. Tras el puente Oresund, base de la trama de una de mis series favoritas, Borgen, en Malmo se ha desarrollado el barrio más sostenible de Europa, Vastra Hammen, donde la torre contorsionista de Calatrava nos guía hasta una trama de canales donde la ciudad vibra de día y de noche.
Así evoluciona Europa, y así me he vuelto con la sensación de que Sevilla es la ciudad de las oportunidades perdidas. Una ciudad que cuando habla de futuro siempre se queda a medias. Y no porque nos cueste crecer en natalidad, no la calidad de nuestra gente y de nuestros profesionales, sino porque Sevilla parece condenada a que muchos proyectos se quedan a medias o descafeinados. ¿Queremos algún ejemplo mejor que el único Metro del mundo con una sola línea que no termina de vertebrar nuestra ciudad? Lejos de aquellos planos de metro similares a nuestro centro nervioso, el de Sevilla se queda como un encefalograma plano. Por delante de nosotros pasó Cartuja, una oportunidad única, cosida a base de iniciativas sueltas y sin conexión. Y siempre un problema de por medio, que si ahora un apeadero de Renfe que no funciona, que si ahora un Campus que se queda a medio desarrollar, que si el Estadio Olímpico es un absurdo a medio gas, que si ahora un Centro Comercial lo acapara todo .... Y en cada una de esas polémicas, cutres y hasta irrelevantes, se consume una gran cantidad de energía porque todo se realiza con interminables plazos y planes que no terminan de impulsar un espacio tecnológico de referencia.
Teníamos lo que nadie tenía, un espacio para la Investigación y el Desarrollo anexo a uno de los mejores cascos históricos de Europa. Un trozo de ciudad bañada por el Guadalquivir, que ya navegaron fenicios y romanos, dispuesto ahora para desarrollar un proyecto único y singular. Y Tablada, un espacio singular para desarrollar un modelo real de ciudad inteligente; un banco de pruebas capaz de impulsar la economía en una ciudad siempre en alerta por el desempleo. Una apuesta por la innovación que se convierte en una nueva oportunidad perdida.
Y nuestro tímido aeropuerto, al que le ganan por goleada Barcelona, Madrid, Málaga o Valencia. Este aeropuerto con poco pulso, nos lleva por lo menos a nuevos destinos a bajo coste, Copenhague, Berlín, Burdeos, Londres… Ahora que entramos en época electoral, sería buena idea que los sevillanos hagamos una escapada para conocer cómo otras ciudades han sabido aprovechar sus oportunidades y cómo pedir a quienes nos quieren gobernar que Sevilla se convierta en una ciudad llena de nuevos proyectos y aprendamos que lo mejor que podemos hacer por Sevilla es no permitir nunca que las únicas oportunidades que cuentan son las oportunidades perdidas.