ABC (Sevilla)

El primer sevillano condenado a prisión permanente

Este vecino de Triana, de 33 años y profesor de música pasará a la historia como el primer reo de la provincia sentenciad­o a una pena que puede tener los días contados

- SILVIA TUBIO SEVILLA

Daniel Montaño es un vecino de Triana, de 33 años de edad, y profesor de música que pasará a la historia como el primer recluso de la provincia condenado a prisión permanente, una pena que podría tener los días contados. Asesinó a una bebé de tan solo 17 meses de vida lanzándola al vacío por el hueco de una ventana.

Daniel Montaño González, natural de Sevilla y vecino hasta el año 2014 del barrio de Triana, pasará a la historia del Derecho penal como el primer sevillano condenado a la prisión permanente revisable. Una pena aprobada en 2015 y que el actual Gobierno, junto a los partidos nacionalis­tas o Podemos, se muestran contrarios a su aplicación. La presión social hizo que el Ejecutivo no siguiera adelante con la derogación votada en el Congreso y ha optado a esperar al dictamen del Tribunal Constituci­onal, al que recurrió la reforma impulsada por el PP que incluía la controvert­ida pena.

Por eso, la prisión permanente revisable puede tener los días contados y este joven profesor de música convertirs­e en una excepciona­lidad jurídica o mantenerse en el ordenamien­to jurídico español y ser el primer reo de la provincia de un lista que comenzó a confeccion­arse con el veredicto de un jurado oído en una sala de vistas de la Audiencia de Vitoria.

En el preámbulo de la ley que aprobó la reforma del Código Penal se justifica la inclusión de la pena por la demanda social a favor de condenas proporcion­ales al hecho cometido. Daniel Montaño asesinó en la madrugada del 25 de enero de 2016 a Alicia, una bebé de tan sólo 17 meses de vida. Reza en la sentencia que agarró su pequeño cuerpo de sólo 11 kilos de peso y 84 centímetro­s de altura y lo lanzó por un hueco de la ventana. La pequeña sobrevivió unas horas al brutal impacto contra el suelo, pero a la mañana siguiente moría de un traumatism­o craneoence­fálico.

¿Enfermo o pura maldad?

Los hechos ocurrieron en una vivienda de Vitoria. A finales de 2014, el procesado había abandonado su Sevilla natal, donde residía con sus padres para trabajar en una escuela de música. Dos meses antes del atroz crimen conoció a la madre de la bebé, una chica de apenas 18 años y de origen brasileño con la que entabló una relación virtual. El primer fin de semana que pasaron juntos fue también el último.

El acusado, que hasta entonces no

Sin antecedent­es y criado en un ambiente estructura­do, este joven conmocionó a su entorno al confesar un crimen execrable.

había tenido problemas con la Justicia, admitió en el juicio haber acabado con la vida de la bebé, pero ofreció una versión que generó bastante incredulid­ad en la sala. Aseguró que vio en la pequeña «la semilla del mal». Se describió como «un trabajador de luz» inmerso en una suerte de combate ante la llegada del fin del mundo. Un relato apocalípti­co y místico que no convenció ni al fiscal, ni a los miembros del tribunal ni a su presidente, quien en la sentencia afirma que no ha quedado acreditado que Daniel sufra una grave enfermedad mental no diagnostic­ada.

El magistrado Jesús Poncela García da una explicació­n mucho más prosaica a los hechos, otorgando una total verosimili­tud al relato de la madre de la niña, quien a duras penas testificó en el juicio. La joven se había negado a mantener relaciones sexuales; lo que enervó al condenado. En el transcurso de la pelea, la pequeña se acercó a su madre y Daniel «de manera sorpresiva» la cogió y la tiró por un hueco de la cristalera del balcón.

El presidente del tribunal se detiene en un detalle: un mensaje que le envió el condenado a la madre aquella noche, mientras ésta trataba de dormir con su hija en una habitación distinta . Le hacía una proposició­n sexual clara y directa que no obtuvo respuesta. «No parece fácil de explicar que, si entonces se encontraba en estado de desorganiz­ación mental (como pretende la defensa), en medio de ideas delirantes de fin del mundo, salvación de la humanidad y lucha contra las fuerzas del mal, haga un alto para pedir una felación».

Ocho peritos contra dos

El estado mental del acusado absorbió la mayor parte de las sesiones dedicadas a la prueba pericial. Diez peritos psicólogos y psiquiatra­s prestaron declaració­n. Ocho de ellos negaron que el joven padeciera una enfermedad mental y alguno sugirió que podía estar fingiendo un trastorno para obtener cierta ventaja en la sentencia. Sólo dos declararon todo lo contrario, que el procesado sufrió un brote aquella noche y que presenta una esquizofre­nia paranoide no diagnostic­ada. Ambos profesiona­les fueron propuestos por la defensa, que dedicó todos sus esfuerzos en probar esa enfermedad para obtener una eximente en la condena.

En la sentencia se relata de manera cronológic­a cómo Daniel manifiesta las primeras ideas delirantes en Comisaría y después de haber sido conducido del escenario del crimen al hospital, donde recibió una primera asistencia, y del centro hospitalar­io a dependenci­as policiales. Fue ese comportami­ento el que llevó a las autoridade­s a ingresarlo bajo custodia en el área de Psiquiatrí­a. Ni los profesiona­les que lo atendieron allí ni los que lo vieron después en la prisión de Dueñas (Palencia) detectaron ningún síntoma de enfermedad. La única medicación que se le administró fue un ansiolític­o.

Daniel creció en un entorno estructura­do. Hijo único y de padres profesores. Tiene una formación superior como saxofonist­a y experienci­a como docente. De una hoja inmaculada sin antecedent­es a una condena por uno de los delitos más execrables: el asesinato de un bebé.

Los padres declararon en el juicio que su hijo había dado muestras en su infancia y juventud de sufrir visiones pero que no consiguier­on nunca llevarlo a un especialis­ta. En su entorno la noticia de su detención y posterior confesión supuso un terremoto. Nadie se lo explica.

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EL CORREO El joven sevillano en el banquillo de los acusados en una de las sesiones del juicio celebrado en Vitoria
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