ABC (Sevilla)

«Sevilla es una ciudad maravillos­a, pero la gente está muy dormida»

Aunque nacida en Chipiona, esta escritora se considera sevillana y muy crítica con una ciudad donde «los centros comerciale­s están siempre llenos y los museos, vacíos»

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Entre sus nueve hijos hay una piragüista, un capitán de Marina, un conductor de Tussam, una fotógrafa, un músico... Decía José Saramago que tener hijos es un acto de coraje porque nos exponemos a todo tipo de dolor y miedo a perderlos. Usted ha sido muy corajuda teniendo nueve. —Y también un poco inconscien­te. Que yo sepa, no lo escribí a ninguna cigüeña. Nosotros vivíamos felices y enamorados, teníamos las ventanas abiertas y de vez en cuando entraba la cigüeña y depositaba un niño... cuando nos dimos cuenta teníamos nueve hijos. Entonces alguien me dijo: tenéis que escribirle a la cigüeña para que no os traiga más niños. Yo estaba perdida. Y digo esto porque aprendí de mi padre que, en clave de humor, se puede decir todo. —Antes los padres criaban a 5 ó 6 hijos y hoy nos ahogamos con uno o dos. —Los padres se agobian mucho ahora. Mi secreto fue que desconecta­ba, era algo que hacía desde pequeña. No es que no me sintiera de aquí, es que no me sentía de la tierra. Esa conexión con el más allá la he tenido toda mi vida. Además, mi padre solía acrecentar esta teoría mía cuando yo era pequeña porque decía que nací en Chipiona porque una de las estrellas de las Perseidas cayó en el mar y me rescataron. Yo me lo creí, aunque después supe que nací en el dormitorio de mi madre, me cogieron como a un conejo y me pegaron porque no lloraba (risas). Nosotros éramos ocho hermanos y no sé cuánto le costó a mis padres educarnos. Nosotros seguimos el ejemplo de mis padres, que eran muy honrados, personas de palabra, no mentían, no criticaban... Yo no he sido de echar filípicas a mis hijos. Mi casa estaba llena de animales porque mi marido era una especie de Rodríguez de la Fuente. Teníamos un águila suelta por el salón, conejos, perdices, 60 estorninos, 4 mirlos negros, 60.000 gusanos de seda, una gaviota... y mis hijos, encantados porque mi casa era una selva, mi marido era Tarzán y yo pensé que era Jane, pero una vecina me decía que a mí me llamaban la mona Chita (risas). —¿Cómo se las apañó para escribir y criar a nueve hijos? —Yo pensaba: «o salgo por la ventana como un pájaro para ver si vuelo o me pongo a escribir». Me puse a escribir y lo hacía en la cola del autobús o en el médico. Ahora escribo en mi agenda electrónic­a cuando estoy en la calle. —No le gustaba Sartre ni Proust ni Russel, pero le encandiló la filosofía oriental. ¿Esto le planteó problemas en una sociedad católica? —No, yo sé con quién puedo hablar porque la gente rechaza y no investiga sus creencias, se agarran a sus muletas, no saben que pueden caminar sin ellas y como te descuides te dan con ellas. Yo sí investigo mis creencias y ha habido algunas que he desechado. Ahora lo último que se ha descubiert­o es que estamos conectados con el Cosmos. No es que seamos una conexión del Cosmos, sino que el Cosmos es una extensión nuestra. Entre usted y yo no hay un espacio vacío, sino una red invisible. Eso está demostrado por la Física cuántica. —En su último libro cuenta que escandaliz­ó a la sociedad sevillana cuando en el funeral de su hermano Isacio dijo que no creía en la Resurrecci­ón. —Esa misa la dio un jesuita catedrátic­o

«Las librerías son hoy como islas. Con la televisión, los móviles y los videojuego­s, la gente ya no lee» «Cervantes deja claro en toda su obra que es andaluz, por cómo escribe, por su sentido del humor...»

de Arte Oriental que había estado en Japón 20 años. Yo escribí una elegía para mi hermano que fue un escándalo porque dije que el Infierno no existía, que era un invento de un Papa hace años. Mucha gente se fue de la misa y me esperaba en la placita de San Andrés, donde faltó la pira para quemarme. Esto corrió por Sevilla como la pólvora, parecía un atentando peor que el de las Torres Gemelas. La otra mitad de la gente vino a felicitarm­e. El sacerdote no dijo nada y cuando le preguntaro­n por qué me dejó hablar respondió: Sé lo que es la filosofía oriental y esta señora no está diciendo ninguna mentira. —¿Es difícil combinar la teoría del bing bang con la Biblia? —Es que para mí la Biblia es un cuento de Walt Disney porque explica que se hizo todo en seis días y que Dios descansó el domingo. Mucho antes que la Biblia, los libros sagrados de los hindúes escribían historias más creíbles y en consonanci­a con la Física cuántica. —En uno de los monólogos en «Desde el más acá» recuerda la librería Itálica. ¡Cuántos cadáveres de librerías hay por Sevilla! —Las librerías son como islas. Hoy día, con la televisión, los móviles y los videojuego­s, la gente no lee. Hoy han salido los ebooks pero nada que ver con el placer de pasar la página con los dedos. Yo me he pasado mi vida leyendo, hasta por la calle. —Escribió artículos controvert­idos en El Correo de Andalucía y ABC. ¿Se considera una polemista? —La gente me ve así, pero mi intención es despertar porque la gente está muy dormida. Mi libro «Perdón por atreverme» tenía un segundo título, «Sapere Aude», que es una epístola de Horacio, que decía que había que atreverse a saber, a pensar, a ser uno mismo... —¿Sálvame de Luxe, Supervivie­ntes, Gran Hermano Vip... no ayudan mucho a despertar? —Eso es una droga, como lo es el fútbol. ¿Cómo puede ser que los jugadores ganen una millonada por darle una patada al balón y que éste entre en la portería? Eso es Panem et circenses, pan y circo. Así hay tanta gente dormida. El Betis, el Sevilla, el Rocío, las cofradías, la Semana Santa... Sevilla es una ciudad maravillos­a pero la gente en Sevilla está muy dormida. Los centros comerciale­s están llenos y los museos vacíos. Yo creo en la Ley del Ritmo, que se cumple de manera inexorable. Las estrellas también nacen y mueren. Sevilla ha tenido su siglo de oro... pero ahora declina. Nos falta ambición. Nadie se pregunta qué hacemos para que estemos aquí. Nadie se lo pregunta porque no interesa. —¿Por qué le dedica en su último libro un monólogo a su abuelo, Adolfo Rodríguez Jurado, que tiene una calle en Sevilla? —No lo conocí sino a través de un cuadro porque murió mucho antes de que yo naciera. Era un hombre íntegro, fue presidente de la Diputación y puedo decir que de Itálica no se trajo ni una tesela. Yo no voy a decir las casas tan impresiona­ntes que hay en Sevilla llenas con esculturas y mosaicos de Itálica. Cuando ingresó en la Academia de Buenas Letras sorprendió diciendo que Cer-

vantes no era de Alcalá de Henares, sino que había nacido en Córdoba. Lo importante de Cervantes es que estuvo en Sevilla de niño en los jesuitas y el espíritu, la química, los genes... eran andaluces. ¿Cómo iba un castellano a arremeter contra Castilla? El Quijote era una crítica hacia los libros de Caballería. Un castellano no hace eso, un andaluz sí. Si vemos los personajes Don Quijote es enjuto, castellano; Sancho Panza, gordote, andaluz, pero con sabiduría. Eso fue extraído de Andalucía. Cervantes deja claro en toda su obra que es andaluz, por cómo escribe, por su sentido del humor... hablaba de los pícaros porque los conocía, él mismo era un pícaro. Habría que reivindica­r el espíritu andaluz de Cervantes y del Quijote.

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RAÚL DOBLADO

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