ABC (Sevilla)

«Me cultivé con los libros prohibidos de la biblioteca de mi padre»

- POR MARÍA JESÚS PEREIRA

—Su madre era franquista y su padre republican­o. ¿Difícil de digerir? —En mi casa había una dualidad muy grande. Mi madre era de derechas, franquista, monárquica y muy católica. Mi padre era liberal, republican­o y su hermano Isacio había sido alcalde de Sevilla fe la República. Era un matrimonio desigual, incluso tenían incompatib­ilidad sanguínea. —Se crió en el seno de una familia burguesa. ¿Aquello le marcó? —Sí, a mí me marcó mi infancia. Yo vivía en la calle Castelar, donde había muchas casas muy buenas, señoriales. De hecho, nosotros vivíamos enfrente del palacio de los marqueses de Castilleja del Campo pero lindando con nuestra casa había un corral de vecinos, donde vivía la Sevilla más pobre que podemos imaginar. Yo viví ese contraste, que me ponía los pies en la tierra. —A usted le expulsaron de las Irlandesas por el noviazgo con el que después fue su marido. —Éramos contra primos. Empezamos a salir cuando yo tenía 14 años y él, 24. Un día, en el colegio fuimos a la iglesia de los jesuitas, mi novio me encontró por la calle y me dio dos besos en la cara. Aquello fue un escándalo. Era la Sevilla del año 55, sin móviles, pero inmediatam­ente eso llegó a oídos de las monjas y de mis padres. Yo acababa de cumplir 15 años. Me expulsaron y ya no volví a ningún colegio. En ese tiempo me cultivé gracias a la gran biblioteca que tenía mi padre, incluidos libros prohibidos de la época. Mientras mis compañeras seguían con el Catecismo de Ripalda, que tenían que leerlo de rodillas, yo me metía en la biblioteca de mi padre y me empapé «Historia de los heterodoxo­s españoles» de Menéndez y Pelayo. Entonces me dije: «Anda, si resulta que yo soy heterodoxa» (risas). —Dice que con 14 años comenzó una relación amorosa con un hombre de 24. Hoy en día esa relación se considerar­ía pederastia. —Totalmente. Me casé con 18 años, tres años después de que me echaran del colegio. Él era muy alto y yo, muy bajita y menuda. Parecíamos padre e hija. —¿Se arrepiente de no haber estudiado una carrera universita­ria? —No me puedo arrepentir porque no fue una decisión mía. Fue una decisión de la sociedad de entonces. A un soldado se le supone el valor, a las mujeres se les suponía tontas. ¿Por qué a mis hermanos los mandaban a la Universida­d y a nosotras no?

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