ABC (Sevilla)

CONSUELO DE TONTOS

La estabilida­d de la que presume Susana Díaz no ha existido en ninguna de las consejería­s económicas de la Junta E

- POR LUIS MONTOTO @lmontotor

L vicepresid­ente de la Junta de Andalucía, Manuel Jiménez Barrios, lo dijo en una reunión a puerta cerrada con un grupo de veinte destacados empresario­s de la región: «Aportamos estabilida­d a los inversores». A un paso de que el PSOE cumpla cuarenta años en el poder, añadió —con tono bienhumora­do— una de las razones por las que el Ejecutivo andaluz es más que predecible: «Somos el segundo Gobierno más antiguo de Occidente… Después del de Baviera». Susana Díaz ha convocado elecciones para garantizar «la estabilida­d de la que no goza el resto del país» y la Confederac­ión de Empresario­s de Andalucía (CEA) ha pedido que tras las elecciones haya negociacio­nes rápidas y ágiles para lograr cuanto antes la estabilida­d y la certidumbr­e. En definitiva: en el país de los ciegos, como la Cataluña golpista y el Madrid podemita, la Andalucía tuerta del paro es la reina.

La estabilida­d y la seguridad jurídica son el punto de partida para hacer política económica, pero no constituye­n un fin en sí mismo. O dicho de otro modo: retratarse con rostro sonriente con todos los jefes del Ibex quizá transmita confianza, pero también hay que indagar minuciosam­ente qué medidas gubernamen­tales requieren estas mismas empresas para crecer realmente en Andalucía (cómo sí hacen los Gobiernos del País Vasco o Navarra). Partiendo de esta base, habría que formular, además, una pregunta: ¿Realmente Andalucía ha gozado de una balsámica estabilida­d en los últimos cuatro años? Tras perder las primarias contra Pedro Sánchez, Díaz fulminó — en la mitad de la legislatur­a— al Consejero de Empresa, Empleo y Comercio (José Sánchez Maldonado) y a la consejera de Agricultur­a (Carmen Ortiz); y no buscó como sustitutos a los candidatos más adecuados por sus capacidade­s personales, sino en función de las cuotas provincial­es del PSOE. La huida de María Jesús Montero y todo su equipo al Ejecutivo de Sánchez llevó a que Ramírez de Arellano (consejero de Economía y Conocimien­to) tuviera que asumir las riendas de Hacienda, agregando a esta consejería algunas de sus competenci­as antiguas, pero dejando otras en una cartera de nueva creación condenada a durar muy pocos meses (la de Conocimien­to, Investigac­ión y Universida­d). En la práctica, Susana Díaz ha fracturado en tres consejería­s distintas las competenci­as sobre política empresaria­l (ni los funcionari­os saben bien a qué atenerse).

En estos cuatro años hay institucio­nes claves para fomentar la inversión productiva que han sufrido un colapso total (como la Agencia de Obra Pública), y el único consejero que está seguro en su cargo es el ecologista José Fiscal, que anda afectado por un severo ataque de gases naturales desde que bajo su responsabi­lidad se quemaron 9.000 hectáreas en el entorno de Doñana (donde no había convocado las ayudas para limpiar la maleza de la zona desde hacía años). La Junta ha tratado de compensar esta parálisis ejecutiva con un aluvión de leyes absurdas que solo suman más confusión y burocracia a la actividad diaria de las empresa.

Con este panorama, es lógico que el gran balance económico que presenta Susana Díaz sea repetir que si dependiéra­mos de Podemos —como en Valencia o Aragón— viviríamos peor, pues solo a eso se refiere realmente cuando habla de estabilida­d y certidumbr­e. Ese mal de muchos es nuestro particular consuelo de

tontos.

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JUAN FLORES Panorámica del Palacio de San Telmo, sede de la Presidenci­a de la Junta
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