ABC (Sevilla)

MARICONECE­S

Este artículo es una gran mariconez porque no va de Mecano, sino de España

- ALBERTO GARCÍA REYES

Apesar de la mariconez de acuerdo presupuest­ario que han firmado los Picapiedra –Pedro y Pablo «cara de mármol»–, que viven en la fantasía de que el dinero brota de un árbol, o de la mariconez de algunos «bienquedas» del PP queriendo matizar la evidencia que ha denunciado Tejerina sobre el cutrísimo sistema educativo andaluz tras 36 años de régimen socialista, se nos va la vida por la boca hablando de la mariconez de una canción de Mecano. No creo que haya existido jamás un grupo musical con mayor capacidad para el alelamient­o de las masas. Sin embargo, me incluyo. Confieso que soy una víctima de la lírica usurera de los hermanos Cano, pero me consuela ser sólo uno de los millones de españoles que caímos en la trampa de sus ripios fraudulent­os. Al fin y al cabo, la decadencia de España comenzó cuando todo el país tarareaba «Hawaii, Bombay» con naturalida­d. Aquellas rimas eran la apoteosis de la literatura de puerta de aseo. Yo entono aquel «Hawaii, Bombay, / toco una maraca, / pachín, pachín, / toco una de Machín» y me emociono, aunque creo que la cumbre de la mariconez, el gran paroxismo de la poesía acartonada, está un poco más adelante: «Hawaii, Bombay, / a la luz del flexo, / Hawaii, Bombay, / nos damos un bexo».

A partir de aquel «bexo» se jodió el Perú. Y, claro, si nos tragamos tal engendro sin rechistar, ¿cómo podemos aspirar ahora a un mundo mejor que el que nos proponen Sánchez e Iglesias? La culpa de que España sea actualment­e una inmensa mariconez es sólo nuestra. La ministra fiscala llamó «maricón» al ministro Marlaska durante una reunión en una cloaca con el comisario y comisionis­ta Villarejo y la chabacaner­ía ha colado con la misma facilidad con la que nos entró el «no hay marcha en Nueva York / ni aunque lo jure Henry Ford». Todo es cuestión de tragaderas. Por eso es un escándalo la canción de Mecano y una mariconez que le suban la cuota a los autónomos o que se decrete la subida del salario mínimo a la vez que el precio del gasóleo. Ganas más, pero pagas más, igual a: gano yo y tú te quedas como estabas. Y es otra mariconez que el vicepresid­ente de facto del Gobierno, que es Pablo Iglesias, se siente a dialogar con un delincuent­e que se ha saltado la Constituci­ón en una sala de la cárcel a la que no pueden aspirar los presos comunes.

El encuentro entre Iglesias y Junqueras fue tan humillante­mente diplomátic­o que engrandece el famoso vis a vis que tuvieron el escritor y embajador de Franco Agustín de Foxá con el ministro de Asuntos Exteriores y también yerno de Mussolini, el conde Galeazzo Ciano, reconocido cornudo, quien en aquella cita reprochó al español sus problemas con el alcohol: «Señor de Foxá, la bebida acabará matándolo». A lo que éste contestó: «Al menos a mí no me matará Marcial Lalanda». En aquellos tiempos tristes no había mariconece­s como las de ahora. Pero aunque me estoqueen los guardianes de la corrección política, a los que mando un «bexo», admito que este artículo también es una mariconez porque no va de Mecano, sino de España.

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