ABC (Sevilla)

Los dentistas ya no dan miedo, Messi tampoco debería

De cerca o de lejos, no tendría el Sevilla que obsesionar­se con la vigilancia al argentino y sí con obligar al Barcelona a estar pendiente de los suyos

- LÍNEA DE FONDO FRANCISCO PÉREZ

JOAQUÍN Caparrós hizo fortuna hace años denominand­o «visita al dentista» el paso de sus equipos por el Nou Camp y el Santiago Bernabéu. Un mal trago que a menudo se afrontaba sin anestesia, a tenor de los «gritos» que surgían del marcador. No era raro que los profesiona­les apareciera­n (aparezcan y aparecerán) por la bocana de vestuarios asustados, cohibidos, derrotados, antes siquiera de darle la mano al árbitro, por lo general el ayudante que surtía de instrument­al a los «psicópatas» que ejercían con calzonas. No se espera eso hoy de un Sevilla líder.

Desconozco si desde 1946 (31 de marzo, última jornada de Liga en el campo de Las Corts) el club blanco ha visitado alguna vez el feudo del Barcelona en la cumbre de la clasificac­ión a estas alturas de la competenci­a, pero convendría afrontar el partido con el espíritu que lo hicieron Ramón Encinas en el banquillo y «Pato» Araújo en el césped en aquella ocasión. El primero hubiera congeniado con Machín por su exigencia de sacrificio y desborde por las alas y el segundo con André Silva, como guerrero y goleador que fue. Esta noche no está en juego una Liga como aquella vez, pero sí el liderazgo de su primer cuarto. Lo normal en azulgrana, lo excepciona­l en blanquirro­jo.

Todo lo que se hable sobre el encuentro serán elucubraci­ones más o menos interesant­es porque el hecho diferencia­l no lo marcará el buen momento sevillista y el discreto culé, sino la incidencia que tendrá en el juego y en el resultado el número 1, que es también el 10 y el que él quiera. Los demás son números primos y más bien lejanos. Tanto se le respeta a todos los niveles que se especula con que Machín ordene un marcaje individual sobre el argentino, algo en desuso pero que le dio buen resultado en Gerona. De cerca o de lejos, permanente o esporádica, no debería el Sevilla obsesionar­se con la vigilancia a Messi y sí con obligar al Barcelona a estar pendiente del Mudo, de Sarabia, de Yedder, en zonas lejanas al área de Vaclik, el hombre que llegó del frío suizo para calentar una portería que tiritaba desde hacía años. Él será el último recurso del equipo para aspirar al triunfo. El primero, no tener miedo.

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