ABC (Sevilla)

LAS HURDES

Renegar de la España actual es un disparate

- LUIS VENTOSO

MI pasión por los centros de arte moderno es mejorable. Sin embargo a veces algo te toca. En la misma planta del Reina Sofía donde se expone el Guernica, siempre con una nube de público, hay una sala previa y más bien vacía donde se proyecta un documental en blanco y negro, de 27 minutos y estrenado en 1933. Es una película que se estudia en los colegios (al menos así era en mis días preautonóm­icos), pero que no todos los españoles han visto: «Las Hurdes, tierra sin pan», rodada por Luis Buñuel cuando tenía 32 años.

Las Hurdes están al Norte de Cáceres, en la raya con Salamanca. Es un territorio muy montañoso, de mínima tierra fértil. Su valor paisajísti­co es enorme, pero del paisaje no se come. Comarca muy aislada, voces humanistas comenzaron a alertar a finales del XIX de sus malas condicione­s de vida. Ya en el siglo XX llegaron las denuncias de Unamuno y Marañón, que impulsaron a Alfonso XIII a viajar allá en 1922. Buñuel y su cámara la recorriero­n durante dos meses. Hoy se sabe que el cineasta forzó algunas escenas (él mismo mató a la cabra que se despeña). Pero aún así, el documental sigue cortando el aliento. En Las Hurdes vivían entonces 8.000 personas, cuyas existencia­s apenas diferían del neolítico. La dieta era de patatas y alubias, con el cerdo como algo excepciona­l (si lo había). El bocio y el paludismo eran endémicos. El enanismo, el incesto y cretinismo, frecuentes. Las personas jamás se lavaban y se cubrían con ropas raídas. La mayoría de las casas –cuadras– no tenían ventanas, ni estancias, ni camas. Las familias dormían apiñadas en el suelo, que cubrían con hojas. La cocina era un puchero en un gancho. No conocían ni el arado. En la película se mastica una atmósfera terrible: gente triste, sucia y enferma, que transita soñolienta, alienada por el hambre y la falta desesperan­za. No eran las únicas aldeas así en aquella España.

Las Hurdes sufrió un éxodo a finales del siglo XX y ha perdido la mitad de su población. Todavía hoy dista de ser un lugar próspero, pues su renta sigue por debajo de la media extremeña. Pero pasados tan solo 85 años desde el rodaje de Buñuel, Las Hurdes son otro planeta. Los seis municipios tienen farmacia; hay dos centros de salud y 34 consultori­os médicos; colegios, institutos y 282 empresas. El 53% de las casas disponen de calefacció­n y todos los ayuntamien­tos ofrecen instalacio­nes polideport­ivas. Por supuesto cuentan con luz eléctrica y agua corriente e internet llega a un cuarto de los hogares. Los embalses han paliado las sequías. El hambre y las enfermedad­es endémicas son historia. El turismo ha arrancado, con seis hoteles, tres campings y dos casas rurales. El analfabeti­smo, antaño norma, comienza a ser rareza.

España ha dado un salto asombroso y hoy es uno de los países donde mejor se vive del mundo. Por eso apena ver a cuatro niños pijos jugando a añoranzas republican­as en el Congreso, renegando del bienestar de su país y de la extraordin­aria etapa de la democracia constituci­onal y glorifican­do un régimen que fue un dramático fracaso.

(PD: El documental de Buñuel fue prohibido por las autoridade­s de la tan admirada II República).

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