ABC (Sevilla)

UN ESTADIO INÚTIL

El Estadio Olímpico y Las Setas son dos pirámides inútiles en la Sevilla del Faraón de Camas

- ANTONIO BURGOS

CUANDO José Luis Manzanares estaba construyen­do el puente del Cachorro, el río no corría bajo él. Existía el famoso «tapón de Chapina», que hacía del Guadalquiv­ir a su paso por Sevilla un brazo fluvial muerto, regulado aguas abajo por la esclusa de la Punta del Verde. Y la guasa de la Ciudad de la Gracia le puso de mote «el Puente de los Leperos». ¿Por qué? Porque primero habían construido el puente y después pusieron el río. Al ahora cerrado por ruina de su cubierta y riesgo de lo que los arquitecto­s llaman «colapso» (que es que aquello, ¡cataclás!, se viene abajo y se hunde), al mal llamado Estadio Olímpico, también podían haberle puesto El Estadio de los Leperos: primero construyer­on el Estadio y después, y por dos veces, intentaron traer unas Olimpiadas que nunca llegaron a designar a Sevilla como sede. Yo le llamaría, muy en la moda alimentari­a de nuestra hora, «el Estadio sin». Como la Cruzcampo Sin, que de grifo está riquísima, y la Cocacola Sin, aquí tenemos el Estadio Sin: el Estadio Olímpico sin Olimpiada. Un mal sueño que se les ocurrió a unos cuantos en la fiebre del éxito de la Expo del 92. Sé el nombre de aquel loquito, pero voy a concederle la merced de no citarlo. Muriendo del éxito de la Expo, a un sevillano se le ocurrió decir en aquella euforia:

—¿Y por qué no pedimos que Sevilla sea sede de la Olimpiada?

O sea, como los canónigos que hicieron la Catedral, lo de «que nos tomen por locos», pero sin Puerta de los Palos con la Giralda al lado y de verdad: locura absoluta. Asumida, que fue lo peor, por el alcalde Rojas Marcos, que la hizo suya. No, si de loquitos estuvimos bien despachado­s en la maldita y costosísim­a aventura olímpica de Sevilla... En plan lepero, a Rojas Marcos se le ocurrió hacer el Estado Olímpico antes de la Olimpiada. Pero no en planos que llevar donde se deciden esas cosas, sino de verdad, con cemento y albañiles, y Cruz y Ortiz de arquitecto­s de la pomada. Querían que el Betis dejara de jugar en el campo del Betis, cualquier cosa, y que el Sevilla dejara de jugar en el campo del Sevilla, casi ná, y que se fueran a un Estadio donde no había recuerdos de Luis del Sol ni de Juan Arza. Y así está el Estadio, abandonado, criando jaramagos, que se usa para algunos conciertos de artistas de fama del momento y pare usted de contar. No Estadio Olímpico: estadio para nada. Que nos costó 160 millones de euros, y que me parece que todavía estamos pagando. Y que como no se usa, como todas las casas que no se habitan, ha entrado en ruina, porque además creo que se gastan en mantenimie­nto menos que un moro en montaditos de jamón. Y ahí lo tienen: clausurado por ruina.

Pero el Estadio Olímpico no está solo en las locuras. Tiene unas compañeras en esta Sevilla del «fagamos una obra tal». Si el Estadio fue la máquina de tirar dinero para nada de Rojas Marcos, son sus homólogas Las Setas las que usó Monteseirí­n para que entre los dos absurdos, Estadio y Setas, Sevilla se gastara 270 millones de euros, que son 44.924 millones de pesetas. Que se dice pronto. No sé cómo los que le pusieron «Puente de los Leperos» al del Cachorro no le han puesto mote a Las Setas. Que le hacen al sevillano pasar una vergüenza ajena espantosa, cuando le está enseñando la ciudad a alguien de fuera, llegan a La Encarnació­n y el forastero pregunta ante Las Setas: —¿Y esto para qué sirve? Para nada. Para haberse gastado una millonada inútil y para desfigurar el centro, y para que la chusma lo tome como manifestód­romo. El Estadio Olímpico y Las Setas son dos pirámides inútiles en la Sevilla del Faraón de Camas. Es la única justificac­ión que les encuentro: que teníamos un Faraón lleno de arte y no teníamos pirámides. Y entonces Rojas Marcos hizo la inútil pirámide del Estadio Olímpico, ahora cerrado por ruina estructura­l, tras la ruina económica, y Monteseirí­n hizo Las Setas. Queda una tercera pirámide del siguiente alcalde: la Torre Pelli, la pirámide de Zoido. Pero esa por lo menos sirve para que vayamos a hacer el cateto a Primark y para que se formen unos embotellam­ientos horrorosos. Menos mal que a Espadas no le ha dado por levantar su pirámide inútil en la Sevilla del Faraón.

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