ABC (Sevilla)

Rajoy se estrena en el club de los «jarrones chinos»

∑ Aznar atribuye la irrupción de Vox a que las cosas van peor desde hace tres años

- MARIANO CALLEJA MADRID

Mariano Rajoy se estrenó ayer como «jarrón chino» en el Congreso de los Diputados. Un «club» reservado exclusivam­ente para los expresiden­tes del Gobierno, cuyo papel en actos solemnes como el de ayer sigue trayendo de cabeza a los jefes de protocolo. Fue Felipe González quien, al poco de salir del Palacio de La Moncloa, confesó que se sentía como un «un gran jarrón chino en un apartament­o pequeño». «Se supone que tienen valor y nadie se atreve a tirarlos a la basura, pero en realidad estorban en todas partes», aseguró. La expresión tuvo éxito. Desde entonces, los «jarrones» se han multiplica­do, sin que exista una regulación del papel institucio­nal que deben tener. Sí hay un decreto de 1982 (reformado en 1983) que detalla su tratamient­o y sus recursos materiales.

En el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso, Rajoy fue ayer el expresiden­te que suscitó más interés, y también el que recibió más saludos y muestras de afecto. Los diputados del PP hicieron cola para saludarle y tomarse fotos con su antiguo jefe de filas. Incluso el Rey se dirigió a él, mientras Rajoy departía en uno de sus múltiples corrillos. Una de las más cariñosas con el expresiden­te fue la socialista Carmen Calvo, quien fue directa a él para expresarle su afecto, que en realidad es recíproco, como se vio.

Rajoy fue la «presa» preferida de los periodista­s, pero el político gallego, genio y figura, sorteó todas y cada una de las preguntas que se le hicieron sobre la actualidad política. Eso sí, confesó que no echa «nada» de menos todo este ruido político, y aseguró ufano que realmente ahora está «muy bien». «Muy bien», remarcó con cierto regocijo. El expresiden­te del Gobierno y del PP mantiene su rutina de vida saludable y sale a caminar (rápido, ya se sabe) todas las mañanas, sigue muy de cerca la actualidad de su equipo, el Real Madrid, y confía plenamente en su remontada. Habla habitualme­nte con Soraya Sáenz de Santamaría (y de vez en cuando con Pablo Casado), pero en el momento en que se le pregunta si se le verá en la gran cita que tendrá el PP a mediados de enero (la Convención Nacional), su gesto lo dice todo: le suena a chino.

Rajoy fue uno de los últimos en irse. Por mucho que dijera que no extraña nada la vida política, en la que estuvo inmerso 37 años, al que fuera presidente entre 2011 y 2018 se le vio ayer con cierta «morriña».

Candidatos pendientes

Unos pasos más allá, otro «jarrón chino», José María Aznar, que no da puntada sin hilo, se refirió a la irrupción de Vox de forma escueta, y lo atribuyó a que las cosas «han empeorado en los últimos tres años». Antes de la llegada de los Reyes, Casado pudo hablar largo y tendido con Aznar. Y también con Rajoy, sí, como se apresuró a aclarar después.

Casado no estuvo tan «perseguido» por los diputados de su Grupo, que le tienen más a mano que a sus predecesor­es. Y se dedicó a explicar a la prensa cómo piensa abordar las negociacio­nes en Andalucía. El líder del PP no quiso dar pistas sobre los candidatos de Madrid y Barcelona, que su partido sigue sin designar. Pero sí subrayó que tiene muy claro el perfil que quiere. A unos metros de él, Adolfo Suárez Illana, junto al presidente des la Comunidad de Madrid, Ángel Garrido, mostraba el estado de su apretada agenda, sobre todo durante la campaña andaluza. Suárez Illana está volcado al cien por cien en el proyecto del PP de Casado.

Mientras, Pedro Sánchez, a quien no le apetece nada acabar de «jarrón chino», al menos todavía, intentó camuflar su absoluta soledad política, que quedó al descubiert­o por la ausencia de todos sus socios en la recepción (los podemitas, los independen­tistas, los nacionalis­tas vascos, los proetarras de Bildu...), y se rodeó de periodista­s en largos corrillos.

En el Salón de los Pasos Perdidos, hubo una persona que recibió numerosas y calurosas felicitaci­ones: la presidenta del Congreso, Ana Pastor, por el discurso que acababa de pronunciar. Y sin un solo incidente. «¡Encima no vamos a dar las gracias a los podemitas por no montarla!», apuntó una vehemente diputada popular. Más informació­n en la Sección de Gente

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