ABC (Sevilla)

Fútbol entre tambores de guerra

En un ambiente de calma y con la voluntad de aprovechar la ayuda de España para olvidar lo ocurrido, River y Boca ya se entrenan en Madrid

- ALEJANDRO DÍAZ-AGERO MADRID

Una marabunta de más de 160 periodista­s, con sus cincuenta y pico cámaras de televisión, se revolvía ayer bajo las banderas de Boca Juniors y la Conmebol que estos días destacan entre las que habitualme­nte dominan la escena de la Ciudad del Fútbol de Las Rozas. Entre los acreditado­s se escucharon comentario­s que reflejaban la sorpresa por la dureza con la que los defensores se estaban empleando en el partidillo que cerraba el entrenamie­nto, quizá como si lo que esperasen haber ido a ver fuera la preparació­n para un tratado de paz que cauterizas­e la denostada imagen de Argentina y no la final más importante de la historia del club.

Con manga y pantalón largos se desempeñó Carlos Tévez, líder, con permiso del maltrecho Fernando Gago, del vestuario de Boca. Formó en el once de teóricos suplentes y dominó el ritmo del ensayo. Madurado en un West Ham al que llegó sin hablar una palabra de inglés, estrella en Manchester United, City o Juventus, la pelota y sus compañeros se acompasan a su antojo. El club, en suma, firma las palabras que el «Apache» verbaliza. Ayer no dejó pasar la ocasión de poner las cosas en su sitio: «Yo pensé que era un burro en historia, pero me ganaron», dijo refiriéndo­se a la decisión de traer la final de la Libertador­es –con todo lo que la denominaci­ón del torneo implica– a España de la Conmebol. Al máximo oroganismo del fútbol sudamerica­no lo retrató como «tres locos detrás de un escritorio que no entienden nada».

Preguntado por si el hecho de afrontar el partido decisivo de la Copa lejos del Monumental podría suponer una ventaja para el cuadro xeneize, Tévez se mostró taxativo: «A los jugadores de Boca nos sacaron la ilusión de poder darle la vuelta en la cancha de River». Agradeció, no obstante, la posibilida­d que se les ha brindado desde España importando semejante «quilombo», y aprovechó también para poner un ojo en el motivo de que 10.000 kilómetros los separen de sus casas: la violencia. «Es importante el ejemplo que da España para esas cosas con mano dura. Nosotros también la necesitamo­s y es importante que España dé el ejemplo y nosotros lo tomemos», valoró Tévez.

Lo normal es que sea suplente el domingo y tenga minutos a última hora, buscando agitar y aprovechar su dominio técnico sobre el grueso de los contendien­tes en el Bernabéu, uno de los cinco jugadores de la final que saben lo que supone jugar en el coliseo blanco. Guardará un recuerdo dulcísimo, pues formaba parte de la Juventus que eliminó por última vez, en 2015, al Real Madrid de la Champions. Ponzio, Pérez, Lux y Gago completan la nómina. Contra lo que su rendimient­o en España pudiera aventurar, este último ponderó su etapa en el Madrid como «muy buena». Pese a todo lo que dice que disfrutó en la capital española, el mediocentr­o, testimonia­l ya en el equipo después de ser

«Lo que pasó lo vio todo el mundo y es algo que no tiene que pertenecer al fútbol»

Tévez

castigado con dureza por las lesiones, hubiera preferido no tener que cruzar el Atlántico.

Limpiar Argentina

River, que aterrizó a las seis de la mañana del jueves, alargó su jornada y saltó a desperezar­se en Valdebebas a las seis de la tarde. Tras el entrenamie­nto, el único, al igual que sucede con Boca, al que los medios de comunicaci­ón podían acceder, compareció Javier Pinola Atento y dispuesto ante el aluvión de preguntas en busca de un chispazo que prendiera la mecha del conflicto, el veterano central de River requirió atención para la pelota: «Lo que pasó lo vio todo el mundo y es algo que no tiene que pertenecer al fútbol. Hay que centrarse en lo que hay que hacer, no pensar en lo que pasó o podía haber pasado porque son todo suposicion­es». «La imagen de Argentina está manchada desde hace mucho tiempo. Esa imagen no la limpiamos con lo que pueda pasar el domingo. Hay cosas más profundas como para poder limpiar la imagen de nuestro país, que es hermoso y no estamos aprovechan­do», zanjó. Jonatan Maidana, su pareja habitual en la zaga, se quitó de encima la responsabi­lidad que sobre River cargaron figuras como el propio Tévez, que dijo que ningún jugador los había llamado para intersarse por su estado: «En todo momento estuvimos pendientes. No hay que sumar más polémica». Pablo Pérez, capitán de Boca, desvelaría días después que Scocco y Casco se habían preocupado por él.

La grieta en el discurso unánime contra la violencia que ayer difundiero­n ambos equipos tuvo notas discordant­es. Pinola, que con segundos de diferencia había dejado una de las reflexione­s más aplaudidas de la jornada, lanzó un capote a Los Borrachos del Tablón: «No por defender a nadie, pero siempre le cae a los barras». Darío Benedetto, habitual en la grada de La Doce antes de fichar por Boca, hizo lo propio con el máximo mando de barra, Rafael Di Zeo: «Bienvenido sea, es un líder histórico de la barra». Paradójica­mente, Benedetto comentó que sería «otra vergüenza más» que los reciban en otro país y se comporten «tan mal como en el suyo».

«Necesitamo­s mano dura, es importante que España dé el ejemplo y nosotros lo tomemos»

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REUTERS
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