ABC (Sevilla)

TORRA «BATASUNIZA» CATALUÑA

La Generalita­t considera deseable la violencia, siempre y cuando provenga de los separatist­as, como otro recurso de la «lucha por la república»

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LOS violentos incidentes callejeros registrado­s en Gerona y Tarrasa demuestran que ni la Generalita­t catalana ni su presidente tienen un mínimo control sobre nada. Ayer, Torra desautoriz­ó a los Mossos d’Esquadra por haber repelido las agresiones sufridas durante las vandálicas protestas organizada­s por los llamados «comités de defensa de la república» (CDR). Los agentes pretendían mantener el orden público y evitar un enfrentami­ento entre independen­tistas y defensores de la unidad de España, que festejaban el día de la Constituci­ón. Sin embargo, Torra es de esos dirigentes que consideran deseable la violencia siempre y cuando provenga de los separatist­as, porque no deja de ser otro recurso más de la «lucha por la república», inherente al derecho de los CDR a manifestar­se y expresarse en libertad. Así, pueden agredir a los mossos, insultar a los demócratas, destrozar mobiliario urbano, quemar banderas, tomar los espacios públicos, atentar contra sedes, viviendas y negocios de políticos y jueces, cubrir de estiércol la entrada de los tribunales o amenazar desde una televisión pública sin que ocurra nada. Torra, un irresponsa­ble como pocos al frente de la Generalita­t, no es solo un sectario de libro y un xenófobo acreditado por sus propias reflexione­s. Desde ayer es también el promotor de una «batasuniza­ción» de las calles en Cataluña. De hecho, fue taxativo al exigir una purga interna en los Mossos para depurar a aquellos mandos que se vieron obligados a autorizar el uso de material antidistur­bios en defensa de la integridad de sus propios agentes. Y para añadir desvergüen­za al episodio, el consejero de Interior, Miquel Buch, se alineó con quienes arguyen que los Mossos se extralimit­aron. Desde ahora, los CDR serán intocables.

La doble vara de medir del separatism­o, la extrema izquierda populista y el propio Gobierno ponen de relieve que algo serio está averiado en nuestra democracia. Resulta políticame­nte perverso que el Ejecutivo de Pedro Sánchez se haya sumado de una forma tan cínica a alimentar la falsedad de que cualquiera que presuma de la bandera de España es un fascista. Lo mismo si alguien vota a la derecha o simplement­e defiende algo tan constituci­onal como la unidad de España. Es incomprens­ible que se pretenda dar normalidad a una purga cobarde de Torra en los Mossos, que se quiera blanquear a terrorista­s como Arnaldo Otegui o que se victimice a unos golpistas mientras se retrata al joven cobardemen­te agredido en Vitoria por defender la unidad de España como un provocador que lo tiene merecido. Salvo en mentes enfermas, no es posible que esto resista una equiparaci­ón, y menos aún cuando la evidencia demuestra que los únicos en este país que apelan a la violencia, la practican o la justifican provienen de una izquierda radicaliza­da con la coartada de luchar contra un fascismo inventado.

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