«God bless you please, Angie Merkel»
«Mrs. Robinson», de Paul Simon, fue la primera canción pop que mencionó a Jesucristo. Si el pop se hubiera inventado en nuestra era, probablemente Simon habría mencionado a la señora Merkel. Ella ha mantenido a Europa unida durante su mandato, es cierto que haciendo concesiones inevitables con la inmigración, pero que seguramente a largo plazo se entenderán mejor que ahora, o se juzgarán con mayor indulgencia en cualquier caso.
La han insultado, la han despreciado y finalmente la han crucificado por haber intentado aplicar el orden y el rigor con humanidad, sin crueldad, haciendo del sufrimiento de los demás su divisa en lugar de su burla. Es fácil ridiculizar a los compasivos. Es fácil construir argumentos brillantes contra la ternura y contra la piedad. Yo mismo lo hice cuando era tan joven que creía que sólo la razón bastaba para ganar. ¿Para ganar qué?, me pregunté con los años. Y entonces escuché que Jesús nos quiere más de lo que jamás sabremos, que es como continúa la canción de Paul Simon.
Merkel ha sido la artífice de la única posibilidad que tenía Europa de no desmembrarse. Ella ha mantenido con sus manos, con su firmeza, con su imperfección y su piedad el mejor sueño de los que casi de milagro derrotaron al Mal y en último suspiro ganaron la Segunda Guerra Mundial. Honor y gloria, señora Merkel. También Churchill perdió las elecciones tras derrotar a Hitler.
A nosotros los españoles, y al presidente Rajoy muy concretamente, nos permitió hacer unos ajustes a la carta y salimos de la crisis sin padecer en exceso. También la hemos insultado, porque la ignorancia es brutal, pero si supiéramos de lo que nos libró, no dejaríamos nunca más de darle las gracias.
Merkel ha sido una gobernante paciente, conciliadora, piadosa en tiempos de populismos tensando los extremos. Como al presidente Rajoy, la entenderemos cuando pase el tiempo y nuestra terrible arrogancia deje paso a la mínima audacia que se precisa para ser conscientes del abismo que bordeamos. No ha tenido el carisma de Kohl ni la contundencia de Thatcher, pero ha sabido dar respuesta a los profundos desafíos de su era; y ha sido valiente, y ha sido inteligente, y ha sido bondadosa, y ha dejado una Europa mejor de la que encontró. Sólo con gratitud podrá juzgarla la Historia.