Estado de insurrección
La aplicación del artículo 155 de la Constitución se ha quedado corta. El independentismo se alimenta de la excepcionalidad permanente. La insurrección es un estado. Mientras Puigdemont y Torra se hacen los coros en Bruselas, constituyendo una ficción llamada «consejo para la república», la Policía bajo su mando frena en seco, dejando hacer a sus batasunos. El Estado intervino la Generalitat para restaurar la autonomía derogada por los mismos independentistas que lo están volviendo a hacer. Se sabía que en el momento en el que el Estado se diera la vuelta se ponían manos a la obra para perpetrar el siguiente golpe.
Tras las cargas policiales para proteger el derecho de manifestación de los constitucionalistas catalanes, la purga en la cúpula de los Mossos d’Esquadra es la confirmación definitiva del nuevo movimiento. El supremacismo ata las manos a los policías para que las tropas callejeras –estos camisas pardas llevan capuchas negras– se hagan dueños de las calles rompiendo piernas y cristales. O el Estado reacciona o de nuevo será tarde. Por mucho que se esté filtrando que hay división interna entre los partidos independentistas, el odio a la España constitucional hace de combustible para que las élites sigan azuzando a sus unidades de asalto para sembrar el miedo entre los discrepantes.
El apaciguamiento practicado por el Gobierno de Sánchez solo le sirve para ganar tiempo, jugar con amagos a los Presupuestos del Estado y calcular el mejor momento para dar el paso siguiente en un proyecto personal. Ni siquiera el resultado electoral en Andalucía ha conmovido el pulso de La Moncloa. Si no caen en la cuenta de que todo lo ocurrido es por Cataluña, le pasará como al PP de Rajoy. Cuanto más tiempo deje pasar será mucho peor. La descentralización autonómica se basa en la lealtad y en el cumplimiento de la Constitución que nos protege a todos. Si un gobierno regional deja de hacerlo, no hay excusa para no intervenir otra vez y sin tibieza. El precio que se paga por la quietud no es únicamente el crecimiento de un partido como Vox.