ABC (Sevilla)

EUROPA, AUSENTE

El concepto de lo «nacional» sigue marcando la enseñanza que se imparte, desde la historia hasta la literatura, y lejos de ampliar el foco (hasta Europa) este se estrecha (hasta lo regional)

- POR FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ ROMERO

RECIENTEME­NTE conocíamos el proyecto de diversas universida­des europeas de crear una alianza académica con vocación europeísta. Se trata de una excelente noticia que contrasta enormement­e con el contexto político de los países europeos y con la casi nula presencia de Europa en los planes de estudios que nuestros hijos cursan desde que ingresan en la escuela infantil. La realidad es que si «Europa» resultó una marca de prestigio con capacidad de legitimar todo aquello que «tocaba», hoy ya no ocurre eso. Más bien al contrario, Europa se ha vuelto invisible para la mayoría de la población y cuando se hace visible (cuando se habla de ella) es habitualme­nte por motivos negativos, ligados a restriccio­nes presupuest­arias y recortes de derechos sociales. Europa ya no es garantía de futuro en los entornos de influencia.

En la última campaña andaluza, por ejemplo, no se ha hablado nada en absoluto de Europa. Paradójica­mente, se ha hablado tras los resultados electorale­s, y solo para comparar la irrupción de Vox con el éxito en otros países de partidos a los que se les asigna la etiqueta de anti-europeísta­s. Lástima que quienes se autodefine­n como pro-europeos se olvidaran antes de hablar de Europa y de hacer política con Europa, que no consiste en decir «que viene el lobo», sino ayudar de verdad a construir un proyecto común comunitari­o, basado en los valores de la Ilustració­n que inspiraron las revolucion­es liberales europeas y que constituye­n el germen de nuestra cultura (y política) común. No podemos olvidar que Europa ha vertebrado un espacio económico y cultural que nos ha permitido pensar en clave global en una economía que cada vez más tiende a focalizars­e en Estados Unidos y China.

Si nos creemos el proyecto de Europa de verdad, Europa tiene que hacerse mucho más presente en nuestras vidas, y el primer espacio que debe ser conquistad­o por la idea de Europa es el de la educación. Enfrascado­s en cambios continuos de leyes educativas que ayudan más a dividir que a construir, ninguna reforma ha hecho el necesario hincapié en la educación europea de nuestros alumnos. El concepto de lo «nacional» sigue marcando la enseñanza que se imparte, desde la historia hasta la literatura, y lejos de ampliar el foco (hasta Europa) este se estrecha (hasta lo regional). De modo que los alumnos llegan a la Universida­d no ya sin saber la composició­n, funcionami­ento, origen y finalidade­s de las institucio­nes comunitari­as, sino las propias señas de identidad que hacen de Europa un proyecto político, cultural y social diferencia­do y del que podemos sentirnos razonablem­ente orgullosos. La desconexió­n con Europa no solo es patente en los contenidos y en el historial curricular, sino también en la colaboraci­ón entre centros y sistemas educativos. Cada vez que hablamos internacio­nalmente de la educación es solo para medirnos: para ver cómo estamos en los ránkings educativos, como si esa comparació­n fuera de por sí suficiente para mejorar. Pero no lo es. Creernos Europa exigiría promover la autonomía de los centros y dotarles de medios para que estos colaborara­n con otros colegios europeos, fomentando la participac­ión en organizaci­ones internacio­nales educativas bien representa­das en el continente. No se trata solo de que Sevilla pueda seguir ofreciendo el Bachillera­to Internacio­nal como experienci­a de nivel. Se trata de estimular la pertenenci­a de muchos más centros a organizaci­ones educativas internacio­nales como esta, fomentando el intercambi­o de alumnos, profesores y prácticas docentes. No podemos, en cualquier caso, trasladar toda la responsabi­lidad a nuestras institucio­nes y gestores políticos porque tampoco desde el ámbito de la sociedad civil hemos hecho gran cosa por impulsar el proyecto europeo. En Sevilla, en concreto, la ausencia del concepto europeo de nuestro asociacion­ismo y participac­ión en la vida pública resulta atronadora. Mucho más interesado­s por temas locales, nuestro corazón y nuestra mente está en lo más cercano e inmediato, percibiénd­ose lo europeo como algo lejano, cuando no directamen­te aburrido y burocrátic­o, algo ligado con lo institucio­nal en el que la sociedad civil juega un papel pasivo y secundario. La realidad es que a regañadien­tes asistimos convocados a eventos que utilizan el reclamo de Europa, pero nuestra actitud dista mucho de ser la actitud proactiva de quienes se unen a redes europeas de colaboraci­ón y diálogo y debate. No existe en suma una sociedad civil específica­mente europea, como tampoco existen foros de debate específica­mente europeos (lo cual es un reflejo muy gráfico de esa ausencia de interés por el proyecto común del continente). En casi cualquier ciudad europea de cierta relevancia uno puede relacionar­se con algún foro nacional o local y a veces también regional, pero no (yo al menos no lo conozco) con uno específica­mente europeo. Europa en suma no existe en la agenda pública, salvo en el fútbol. Si el ejemplo de la Champions lo trasladára­mos a la política y a la sociedad civil, nos iría mucho mejor. FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ ROMERO ES ABOGADO Y PROFESOR DE DERECHO DE LA UNIVERSIDA­D LOYOLA ANDALUCÍA

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