EUROPA, AUSENTE
El concepto de lo «nacional» sigue marcando la enseñanza que se imparte, desde la historia hasta la literatura, y lejos de ampliar el foco (hasta Europa) este se estrecha (hasta lo regional)
RECIENTEMENTE conocíamos el proyecto de diversas universidades europeas de crear una alianza académica con vocación europeísta. Se trata de una excelente noticia que contrasta enormemente con el contexto político de los países europeos y con la casi nula presencia de Europa en los planes de estudios que nuestros hijos cursan desde que ingresan en la escuela infantil. La realidad es que si «Europa» resultó una marca de prestigio con capacidad de legitimar todo aquello que «tocaba», hoy ya no ocurre eso. Más bien al contrario, Europa se ha vuelto invisible para la mayoría de la población y cuando se hace visible (cuando se habla de ella) es habitualmente por motivos negativos, ligados a restricciones presupuestarias y recortes de derechos sociales. Europa ya no es garantía de futuro en los entornos de influencia.
En la última campaña andaluza, por ejemplo, no se ha hablado nada en absoluto de Europa. Paradójicamente, se ha hablado tras los resultados electorales, y solo para comparar la irrupción de Vox con el éxito en otros países de partidos a los que se les asigna la etiqueta de anti-europeístas. Lástima que quienes se autodefinen como pro-europeos se olvidaran antes de hablar de Europa y de hacer política con Europa, que no consiste en decir «que viene el lobo», sino ayudar de verdad a construir un proyecto común comunitario, basado en los valores de la Ilustración que inspiraron las revoluciones liberales europeas y que constituyen el germen de nuestra cultura (y política) común. No podemos olvidar que Europa ha vertebrado un espacio económico y cultural que nos ha permitido pensar en clave global en una economía que cada vez más tiende a focalizarse en Estados Unidos y China.
Si nos creemos el proyecto de Europa de verdad, Europa tiene que hacerse mucho más presente en nuestras vidas, y el primer espacio que debe ser conquistado por la idea de Europa es el de la educación. Enfrascados en cambios continuos de leyes educativas que ayudan más a dividir que a construir, ninguna reforma ha hecho el necesario hincapié en la educación europea de nuestros alumnos. El concepto de lo «nacional» sigue marcando la enseñanza que se imparte, desde la historia hasta la literatura, y lejos de ampliar el foco (hasta Europa) este se estrecha (hasta lo regional). De modo que los alumnos llegan a la Universidad no ya sin saber la composición, funcionamiento, origen y finalidades de las instituciones comunitarias, sino las propias señas de identidad que hacen de Europa un proyecto político, cultural y social diferenciado y del que podemos sentirnos razonablemente orgullosos. La desconexión con Europa no solo es patente en los contenidos y en el historial curricular, sino también en la colaboración entre centros y sistemas educativos. Cada vez que hablamos internacionalmente de la educación es solo para medirnos: para ver cómo estamos en los ránkings educativos, como si esa comparación fuera de por sí suficiente para mejorar. Pero no lo es. Creernos Europa exigiría promover la autonomía de los centros y dotarles de medios para que estos colaboraran con otros colegios europeos, fomentando la participación en organizaciones internacionales educativas bien representadas en el continente. No se trata solo de que Sevilla pueda seguir ofreciendo el Bachillerato Internacional como experiencia de nivel. Se trata de estimular la pertenencia de muchos más centros a organizaciones educativas internacionales como esta, fomentando el intercambio de alumnos, profesores y prácticas docentes. No podemos, en cualquier caso, trasladar toda la responsabilidad a nuestras instituciones y gestores políticos porque tampoco desde el ámbito de la sociedad civil hemos hecho gran cosa por impulsar el proyecto europeo. En Sevilla, en concreto, la ausencia del concepto europeo de nuestro asociacionismo y participación en la vida pública resulta atronadora. Mucho más interesados por temas locales, nuestro corazón y nuestra mente está en lo más cercano e inmediato, percibiéndose lo europeo como algo lejano, cuando no directamente aburrido y burocrático, algo ligado con lo institucional en el que la sociedad civil juega un papel pasivo y secundario. La realidad es que a regañadientes asistimos convocados a eventos que utilizan el reclamo de Europa, pero nuestra actitud dista mucho de ser la actitud proactiva de quienes se unen a redes europeas de colaboración y diálogo y debate. No existe en suma una sociedad civil específicamente europea, como tampoco existen foros de debate específicamente europeos (lo cual es un reflejo muy gráfico de esa ausencia de interés por el proyecto común del continente). En casi cualquier ciudad europea de cierta relevancia uno puede relacionarse con algún foro nacional o local y a veces también regional, pero no (yo al menos no lo conozco) con uno específicamente europeo. Europa en suma no existe en la agenda pública, salvo en el fútbol. Si el ejemplo de la Champions lo trasladáramos a la política y a la sociedad civil, nos iría mucho mejor. FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ ROMERO ES ABOGADO Y PROFESOR DE DERECHO DE LA UNIVERSIDAD LOYOLA ANDALUCÍA