EL DRAMA DEL PSOE
LO que le faltaba al PSOE era esto. Justificar, unos con la boca más abierta que otros, los actos violentos de principios de esta semana contra los 400.000 «fascistas» que inopinadamente han aparecido de debajo de las piedras en Andalucía metiendo la papeleta de Vox en una urna.
Susana Díaz se revuelve contra los suyos diciendo que «no hay que regenerar lo que no está degenerado». Yerra de nuevo. Ejemplos como el anterior evidencian cómo ha perdido del todo el pálpito, ese olfato sobrenatural que se les suponía a los suyos para saber qué acontece en el cortijo, controlarlo y sobrevivir. Siempre sobrevivir triunfantes en esta tierra. Vale que no quieran enterarse de un hartazgo mucho más generalizado de lo que quisieran. Pero las excusitas y contemplaciones que se han escuchado contemporizando la acción de los más radicales contra un legítimo resultado democrático demuestran a las claras que la corrupción del PSOE rebasa cualquier límite moral tolerable.
Puede comprenderse que muchos anden aún noqueados por el histórico resultado del pasado domingo. Que les cueste hacer autocrítica, cosa habitual en todos los partidos políticos. Que sean tantos los que no levanten cabeza pensando en cómo van a ganarse el sustento a partir de ahora. Pero esa exculpatoria negación de su problema amparando el frentismo y haciendo la vista gorda con la barricada antisistema da pie a pensar que la rehabilitación de este partido va para largo.
Reducidos a la insignificancia en Madrid y Cataluña, el último vaparalo que sin esperarse le quedaba al PSOE era perder Andalucía. Quienes ansíen un partido de izquierdas centrado, sensato y con capacidad para reconocer sus errores y reconstituirse sin necesidad de pactar con filoetarras e independentistas, están perdidos. Si quieren ahondar en el esperpento piensen que ya el único referente que les queda es edro Sánchez. ¿Futuro? El que quiera dibujarle Tezanos con sus ilusionantes cuadritos del CIS.