A veces los políticos de escaso carisma en la oposición son luego buenos gobernantes
MORENO ES CLAVADO A ESPADAS
LA mayoría de las veces somos nuestras circunstancias. Nos creemos importantes porque tenemos un grupo de palmeros haciendo guardia de 24 horas —el pelota siempre se cansa después que el difamador— o porque una vez al mes alguien nos aborda por la calle para decirnos alguna lisonja. Uso el plural inclusivo porque en mayor o menor medida esto le ocurre a todo el mundo en su ámbito. Pero tal vez el más representantivo, nunca mejor dicho, sea el de la política. El caso de Juanma Moreno Bonilla en Andalucía es paradigmático, como antes lo fue el de Juan Espadas en Sevilla. Ambos son hijos de carambolas. Nadie del PP había obtenido peores resultados en unas elecciones autonómicas que Moreno, como nadie del PSOE había sacado menos concejales que Espadas en la Plaza Nueva. Los dos tenían perfiles muy similares en la oposición: el carisma justo, un trabajo sordo, espíritu crítico sin espectáculo, poca repercusión en los medios, escasa atención de las mayorías y gran contestación interna en sus partidos. Hasta dos meses antes de ser alcalde, Juan Espadas podía cruzar la calle Sierpes desde la Campana hasta la Plaza de San Francisco sin que lo saludara absolutamente nadie. Y hace sólo unas semanas, Moreno Bonilla podía pasar totalmente desapercibido por el Paseo de los Tristes de Granada. Son dos personas de trato exquisito en la distancia corta, pero de personalidades muy discretas para la atracción pública. Sin embargo, creo que ambos tienen también una característica común a la hora de gobernar: poseen el temple necesario para gestionar bien. Con Moreno arriesgo bastante más que con Espadas diciendo esto, porque aún no ha dirigido ninguna institución en la que haya tenido visibilidad, pero su inalterable serenidad, que a veces llega a ser desesperante, se parece mucho a la del alcalde de Sevilla. Y ya sé que esta comparación no le va a gustar a ninguno de los dos.
Espadas llegó al sillón de mando gracias a un accidente imprevisto. El día de las elecciones nadie daba un duro por él a primera hora de la mañana. Su resultado se vaticinaba muy malo. Y el pronóstico se confirmó, aunque la división del arco político le ofreció una oportunidad inesperada: había ganado el PP de Zoido, pero los partidos de izquierdas sumaban más que los de derechas. El desenlace ya lo sabemos. Y ahora parece que en San Telmo va a pasar lo mismo pero al contrario. Quien diga que el día 2 de diciembre a las seis de la tarde veía a Moreno Bonilla de presidente es un fanfarrón. Sin embargo, las circunstancias le han puesto la Historia de Andalucía a su alcance. Para que luego digan que la vida no es un juego de azar.
Yo no voy a intentar sacar ventaja después de los resultados. Me quedo más tranquilo reconociendo mi error. Jamás pensé que Juan Espadas podía ser alcalde de Sevilla ni que pudiera hacerlo bien si lo conseguía. Me equivoqué en las dos cosas. Por eso con Moreno voy a exponer un poco más: nunca creí en él como candidato del PP, mentiría si dijera lo contrario, pero estoy seguro de que puede ser un buen presidente de la Junta de Andalucía.