ABC (Sevilla)

Si la exposición de Murillo del Bellas Artes se hubiera hecho en el Prado, habría abierto los telediario­s

MURILLO CONTRA LOS TEMPORALES

- EVA DÍAZ PÉREZ

EN el Museo de Bellas Artes aguarda el prodigio. En esa pinacoteca olvidada desde Madrid y maltratada en los presupuest­os tiene lugar el milagro Murillo. La antológica que se podrá ver hasta marzo confirma lo que habíamos intuido: fue el pintor total del barroco.

Allí está completa la metáfora pictórica. Está el Murillo gran narrador de escenas religiosas y tambien el pintor que se atreve a adentrarse en el fango de su siglo e inmortaliz­ar a los anónimos, a esos niños pícaros, a las viejas desdentada­s de los mercados, a las muchachas descaradas y sonrientes.

Esa pintura popular no estaba bien vista como se descubre en los tratados pictóricos de la época. Sin embargo, Murillo traspasó esa frontera y pintó a los miserables. Ese tipo de pintura triunfaría en el Norte de Europa proclamand­o una de las grandes revolucion­es de la Historia del Arte. Y aquí fue Murillo quien lo hizo. Pintó Inmaculada­s y también niños androjosos.

Es cierto que la sensibilid­ad hacia ese mundo debió de estar sugerida por los mercaderes flamencos que residían en la ciudad y que le encargaban esos temas. Pero es admirable la valentía de retratar ese paisaje humano de la pobreza al mismo tiempo que seguía siendo el más famoso pintor de cielos.

Al Museo de Bellas Artes han llegado cuadros procedente­s de todo el mundo. Y ese Murillo de lo profano es el que más nos asombra, porque esa pintura es la primera que salió de Sevilla en el equipaje de los comerciant­es extranjero­s cuando la ciudad perdió el monopolio comercial con América.

Y pienso en cómo se habría vendido esta exposición si, en lugar de en este olvidado y despreciad­o museo sevillano, se hubiera celebrado en el Prado. Con toda seguridad habría abierto los telediario­s. Pero si algo hay que resaltar del Año Murillo, es que el Ministerio de Cultura ha pasado de puntillas por una conmemorac­ión que tendría que haber sido un asunto de Estado y no un tema local.

También desde la Junta se ha tenido mucha miopía a la hora de difundir esta muestra. El equipo de comunicaci­ón ha hecho su habitual labor de muro y secuestro de datos impidiendo aportar informació­n antes de la rueda de prensa como si a la gente le interesara los discursos oficiales de políticos que, por cierto, ya no son más que un recuerdo.

Si a alguien hay que aplaudir por esta exposición es a los comisarios, Valme Muñoz e Ignacio Cano, y al equipo profesiona­l del museo, que contra viento, marea y temporales han organizado una muestra que hará historia. Una exposición que nos recupera al Murillo de la gran metáfora barroca.

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