¿Qué autoridad tiene Sánchez para pedir un pacto contra Vox cuando ha sido elegido presidente con los votos de Bildu e independentistas?
CHANTAJE MÚLTIPLE
LOS chantajes dominan nuestra política, como los grafitis los muros. Chantajista número uno es el presidente del Gobierno, que chantajea a todos, incluidos quienes le llevaron a la presidencia. «Como no me aprobéis el presupuesto, vais a tener al PP, a Ciudadanos y a Vox», advierte a podemitas y nacionalistas. Mintiendo, como siempre, pues intenta seguir gobernando con el presupuesto de Rajoy aderezado con sus «medidas sociales» pasadas por decreto-ley. Iglesias se le ha rendido sin lucha –qué remedio le queda siendo el otro gran perdedor en Andalucía–, y sabiendo que los secesionistas no pueden ceder con sus líderes en la cárcel, pero eso le permitirá demostrar que no ha cedido ante ellos. Chantajea también a Rivera, advirtiéndole que, como se acerque a Vox, abandonará el centro, su baza favorita. Al PP no puede chantajearle, al haber reconocido a su hijo pródigo, así que le ataca con furia, sabiendo que es el enemigo a batir. Y como se ha visto en situaciones aún más comprometidas, está convencido de que podrá salir también de ésta. Osadía y capacidad de resistencia no le falta.
Lo que el falta es el ambiente. Tras una etapa de dominio izquierdista más o menos blando, en la que hasta la derecha adoptó el «estado social de bienestar», la situación ha cambiado. Por una parte, la revolución informática ha hecho del planeta una aldea global en la que todo se sabe y puede ver al mismo tiempo desde cualquier esquina del globo. Desatando una oleadas de migraciones hacia las zonas ricas sin precedentes desde la caída del Imperio Romano. Por la otra, el Estado de bienestar se ha convertido en «Estado beneficencia», insostenible al superar los gastos a los ingresos, por causas que van desde el descenso de la natalidad al traslado de los centros de producción a países con salarios mucho más bajos. «Invasiones» pacíficas por un lado y empobrecimiento de la clase media a la que había accedido el proletariado industrial forman una mezcla explosiva que tenía que estallar tarde o temprano. Si a ello se le añaden líderes que, en vez de buscar nuevas soluciones a los problemas inéditos, echan mano de los remedios más viejos, como el comunismo, tendremos la caída en picado de la entera izquierda y la subida de la derecha pura y dura. Huele a años 30 del pasado siglo y no sólo porque acabamos de sufrir una gran crisis económica, aún no superada, sino también por la estampa humeante de las grandes ciudades europeas, con París a la cabeza. En nuestro caso, se añade el funambulista que nos gobierna, ¿Qué autoridad tiene Sánchez para pedir un pacto contra Vox cuando ha sido elegido presidente con los votos de Bildu e independentistas? Claro que ése no es problema para él: miente, y listo. Incluso no descarto que, de verse perdido, active el 155. Él no es de izquierdas ni de derechas, es sanchista. Pero empiezan a conocerle. Trae mala suerte.