ABC (Sevilla)

EL ÚLTIMO CONSEJERO

Hoy se pasará por la sección de personal para saber cómo queda lo suyo. ¡Qué diferencia con los lunes de victoria!

- FRANCISCO ROBLES

Cuando despertó, el resultado electoral todavía estaba allí. Recordó el brevísimo cuento de Monterroso, el que protagoniz­a ese misterioso dinosaurio que permanece en la realidad cuando el atribulado personaje despierta del sueño. Cuando despertó el infausto lunes del que hoy se cumple una semana, la derrota todavía estaba allí. En carne viva. Palpitando como un animal degollado. Buscó la prensa y se vio en las fotos de costumbre, pero sin la sonrisa acostumbra­da. Por primera vez en su vida mordía el polvo del fracaso. Se lo imaginaba amargo, pero ya se sabe que la realidad siempre supera a la imaginació­n.

Hoy se pasará por la sección de personal de esa consejería en la que lleva doce trienios. Tantos como años ha estado su partido en el gobierno. El cálculo es muy sencillo. Una simple división. Divide y vencerás, le dijo un amigo cuando se enteró de que la derecha se presentarí­a dividida en tres partidos diferentes. Craso error. Nadie le dijo a la jefa lo contrario: divide y perderás. Ahora da lo mismo, pero hace un mes podrían haber taponado la sangría, la vía de agua por la que se le fue la sangre, y la vida, al partido.

Hoy se pasará por la sección de personal para saber cómo queda lo suyo. ¡Qué diferencia con aquellos lunes de victoria donde se dirimían los repartos del poder! El viernes se despidió del último consejero con una mirada. Una sola mirada. Se lo dijeron todo sin decirse nada. Y lo vio como un tipo mediocre que no ha hecho nada en la vida, solo medrar al calor del poder. Lo vio tal como el consejero lo vio a él. Como un asesor que no sabe absolutame­nte nada de lo que se trae entre manos, y por eso mismo asesora a quien sabe menos que él.

A partir de ahora tendrán que buscarse la vida como puedan. Y lo peor del caso es que ya no pueden buscar refugio en la Junta, esa casa de acogida para los alcaldes perdedores, para los concejales imputados que se veían obligados a dimitir, para los corruptos que alquilaban su silencio a cambio de un sueldo que los salvara de la mendicidad. La vida apareció ante sus ojos de asesor en toda su crudeza. La venerada presidenta perdió los atributos que la erigían en una lideresa (sic) de la política nacional, por no situarla directamen­te en el Olimpo de Estrasburg­o. El cuento del rey desnudo se hizo visible con todo su poder alegórico.

No quiere ni pensar en el día D, en la hora H de la despedida. Cuando coja la caja de cartón, como en las películas americanas, con las fotos de sus niños cuando eran pequeños: ahora son padres de familia que también trabajan para la misma empresa, y que tendrán que aprender a ganarse un jornal fuera del chiringuit­o donde el padre los colocó. «Toda la vida sirviendo a lo público para esto, para que lleguen los usurpadore­s de la extrema derecha y nos echen del lugar que nos hemos ganado a pulso durante tantos años…» Las palabras de su compañero de despacho y de partido le sonaron vacías. Falsas. Como los doce trienios que va a reclamar antes de quedarse en la calle.

HACE UN MES PODRÍAN HABER TAPONADO LA SANGRÍA, LA VÍA POR LA QUE SE LE FUE LA VIDA AL PARTIDO

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