ABC (Sevilla)

EL QUINTO EN DISCORDIA

- POR JOSÉ RAMÓN ITURRIAGA

El mercado volverá a relativiza­r los riesgos

El rojo vuelve a dominar en las Bolsas mundiales. No hay excusas nuevas, bastan las de los últimos meses. La guerra comercial de Trump, el Brexit, el circo italiano, la desacelera­ción económica, la subida (o bajada, da igual) del precio del petróleo o, en clave nacional, el probable adelanto electoral, copan los titulares como explicacio­nes para las últimas caídas. Sin duda, el ruido es mucho. Y abstraerse no es nada fácil.

Un día parece que la guerra comercial se encauza y al día siguiente detienen a la hija de alguien y todo se va por la barranca. Italia anuncia que no cree que tenga sentido enrocarse en unas décimas y Salvini no sólo se enroca, sino que envida más. La OPEP no hace nada, la OPEP recorta. Todos los días hay alguna noticia en un sentido o en otro y el mercado se encarga de magnificar­la. Los inversores se mueven a golpe de titular, sin poner ni un poco de criterio. Corremos todos de un lado para otro sin entender muy bien las razones de esta fase de locura transitori­a.

La única realidad es que los riesgos se exageran. De un tiempo a esta parte, como explica muy bien el «behavorial finance» –o cómo afectan las emociones a la hora de tomar decisiones de inversión–, se le atribuye mucha mayor probabilid­ad a los desenlaces apocalípti­cos de la que realmente tienen. Como ya hemos vivido un cisne negro –Lehman, sí, nos tenemos que remontar hasta la quiebra del banco de inversión americano–, ahora pensamos que es más probable que vuelva a darse. Y lo que tenemos que entender es que los desenlaces apocalípti­cos tienen la probabilid­ad que tienen: muy poca, por no decir ninguna.

Es muy difícil saber qué va a pasar con todos los frentes que hay ahora mismo abiertos, pero lo más probable es que no se rompa nada, y si se rompiera no será tan malo como anticipamo­s ahora. Los italianos irán y vendrán, pero desde luego que no se van a salir del euro. Trump amagará una y otra vez sin mayores consecuenc­ias. Los británicos algún día se caerán del guindo (o no, es el problema con las razas superiores), pero no se van a tirar por el barranco. Y así podríamos seguir. En algún momento, el mercado volverá a relativiza­r las cosas y poner en precio la realidad de las mismas. Siempre ha pasado y acabará pasando. Paciencia.

Un Brexit impredecib­le y una UE reforzada

Hace unas semanas, un famoso periodista de la BBC comentaba en directo que le pagaban por interpreta­r las cosas pero que no era capaz de hacer un diagnóstic­o sobre el Brexit. Hoy tampoco creo que sea capaz de ganarse el sueldo, pues ni los más avezados expertos de la cosa política británica son capaces de anticipar el desenlace final.

De las tres alternativ­as que plantea May –acuerdo, no acuerdo, no Brexit– parece que en las últimas horas –y esto hay que medirlo por horas– la posibilida­d de que finalmente no haya salida de la Unión se fortalece. El Parlamento británico está cobrando cada vez más protagonis­mo y los miembros que están en contra de la salida de la UE son ahora mayoría. Sin embargo, esa opción todavía no se ha verbalizad­o. Por el momento, las alternativ­as a la propuesta de la primera ministra van desde un acuerdo como el noruego algo mejorado hasta un nuevo referéndum. Sin embargo, la interpreta­ción que ha hecho el Tribunal Europeo sobre la capacidad unilateral de los británicos para dar marcha atrás en la aplicación del artículo 50, les puede servir para ganar tiempo una vez conozcamos las consecuenc­ias del rechazo de la propuesta de May.

Con independen­cia de todo lo que pase y quien se quede por el camino, lo que cada vez parece más claro es que el proyecto europeo, la Unión Europea, es el que sale fortalecid­o de este disparate que puso en marcha el irresponsa­ble de Cameron. Más allá de cuál sea el desenlace, es una realidad que ha salido reforzada del desafío supremacis­ta británico. Y todo ello a pesar de que, en el resto de Europa, a este lado del canal, no nos lo terminemos de creer.

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REUTERS Theresa May y Jean-Claude Juncker, en una reunión en Bruselas
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REUTERS D. Trump
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