En memoria de Mauricio
∑ «Cualquier acto protocolario que hubiera que organizar tenía el éxito asegurado si se seguían sus consejos»
HAY personas que no necesitan apellidos para ser identificados. Todos conocemos a alguien especial con esta característica y Mauricio Domínguez y DomínguezAdame era uno de ellos. Miembro de una antigua y numerosa familia sevillana, llevaba su ciudad y sus tradiciones en lo más hondo de su alma. La amaba sin fisuras, sin condiciones, entregado siempre a ella, pensando en que podía realzarla, en qué lugar recóndito de su historia podía encontrar algo que no fuera conocido, en qué rincón de su casco urbano podía haber algo que resaltar y cuando lo encontraba se entregaba con tesón a conseguirlo. Su puesto durante muchos años en el Servicio de Protocolo del Ayuntamiento de Sevilla, al que llegó de la mano del alcalde Manuel del Valle, y su carrera ascendente hasta que consiguió el último peldaño de la escala administrativa poco antes de la Expo del 92, cuando fue nombrado jefe de Servicio por el alcalde de entonces, Alejandro Rojas Marcos, lo convirtieron en un referente para todo el país. Sus conocimientos en esta materia los dejó, como buen maestro, plasmados en un precioso, interesante, útil y curioso libro que fue publicado por el Servicio de Publicaciones del Ayuntamiento en 2013 con el título «Protocolo y ceremonial en la ciudad de Sevilla», que es algo más que un mero libro sobre el asunto que aparece en el título. En él recogió Mauricio una gran parte de las costumbres y la historia de la Sevilla tradicional porque era la historia de su vida.
Formaba, con el querido Pepe Contreras, una pareja irrepetible de la que aprendí cada día. Lo sabían todo sobre Sevilla y estaban siempre dispuestos a colaborar y a enseñar. Tengo mucho que agradecer a Mauricio porque acudía a él con frecuencia y siempre se prestaba a ayudarme con el inmenso cariño que ponía en su trabajo. Cualquier acto protocolario que hubiera que organizar tenía el éxito asegurado si se seguían sus consejos, pero nunca podré olvidar el interés y el esmero con el que preparó los homenajes que el Ayuntamiento le hizo al que fuera Secretario General del mismo durante dos años del mandato de Soledad Becerril, José Luis Vila Vilar.
Gran bibliófilo y amante de la cultura, su dos refugios cuando murió Mari, su mujer, fueron su hija Marita y su magnífica biblioteca, que cuidaba con esmero, preocupado de donarla al mejor lugar en que pudiera ser consultada. Recuerdo aquellos no muy lejanos años en los que sus charlas conmigo giraban sobre este tema que le preocupaba sobremanera. Consiguió su fin y hoy, afortunadamente, sus querido libros, con la misma clasificación que él le había dado, figuran como uno de los grandes bloques de la Biblioteca Infanta Elena, en el Parque de Mª Luisa. Con ellos, una buena parte de este sevillano cabal y comprometido con su tierra, permanecerá junto a sus paisanos en uno de los lugares más bellos de su ciudad soñada. Hasta siempre, querido amigo.