Pastores de lobos
El pasado abril, los obispos vascos firmaron un comunicado en el que pedían «sinceramente perdón» por las «complicidades, ambigüedades y omisiones» de la Iglesia en relación con ETA. Ocho meses más tarde de aquella confesión, sus pares catalanes toman nota y abogan por la vía eslovena, que en número de muertos sale bastante más barata y llevadera –unos setenta– que la terrorista, que dejó cerca de mil víctimas. Hay que agradecer a los prelados de Cataluña su esfuerzo por minimizar el sufrimiento de sus fieles. Piadosos y entregados a la misericordia que prescribe el Evangelio, los obispos –de forma «queridamente discreta pero comprometida», dicen– fueron de visita pastoral a las cárceles en las que los golpistas se hacen los mártires, en huelga de hambre o, como cuando estaban en Madrid, quejándose del punto de las hamburguesas. A los obispos les cuesta entender –aseguran– la larga prisión preventiva impuesta a los cabecillas de una organización que mantiene intacta su actividad delictiva y alguno de cuyos miembros huyó al extranjero para dirigir a distancia la revuelta. Capaces de asimilar un dogma de fe, hay curas que no entienden el funcionamiento de la Justicia, que es muy parecido al de un botijo. El Derecho Canónico da para lo justo, valga la redundancia.
Al párroco de Castilruz lo acaba de desautorizar el obispo de Soria por alinearse con Vox y ponerse como una moto con Santiago Abascal. A los prelados catalanes, sin embargo, no les tose nadie. Se saben de corrido el pasaje de la expulsión de los mercaderes del templo de Jerusalén, pero consienten que Torra instale en el monasterio de Montserrat su tenderete de odio y lazos amarillos. A los obispos no les preocupan las empresas que sabotean los CDR, ni los ciudadanos perseguidos por pasear la bandera de España, ni el inasumible coste de la vía eslovena que propone Torra, ignorada como tantas tropelías independentistas, sino el supuesto martirio de los cabecillas de una trama golpista que sigue activa y que alientan con su catequesis. Es Navidad en Cataluña y los obispos se dirigen a su rebaño de lobos. Pastores venid, pastores llegad. Las iglesias, como las calles, siempre serán vuestras.