ECONOMÍAS DE ESCALA
Es la hora de superar rencillas territoriales y unir capacidades en ámbitos como la universidad, parques tecnológicos y puertos
EN las últimas cuatro décadas todos los presidentes de la Junta han sido sevillanos salvo José Antonio Griñán, que aunque nació en Madrid era hijo de sevillanos y se licenció en la Hispalense. Como reacción secundaria a este fenómeno, en el Gobierno andaluz ha existido siempre una especie de «complejo centralista», un sentimiento de culpa capitalina que le ha llevado a interiorizar una política de «café para todos» provincial, en el que todas las ciudades debían tener exactamente lo mismo (universidades con todas las carreras, parques tecnológicos, centros de innovación…). Y aún así, no se han resuelto rivalidades y recelos entre territorios vecinos que deberían estar superados desde hace tiempo. El vuelco territorial en el poder andaluz —con un peso malagueño muy relevante— y el hecho de que la patronal andaluza también esté dirigida por un costasoleño de pro, puede servir para cambiar parcialmente este concepto y generar, con menos complejos, una estrategia que prime la dimensión y la calidad de los proyectos por encima de la estricta equidad en el reparto.
El pasado martes, el empresario aeronáutico malagueño Antonio Gómez Guillamón apuntó que Andalucía tiene derecho a soñar con la forja de una única gran Escuela Politécnica Superior regional que ordene, aglutine y aporte masa crítica a la investigación en ingeniería. Esta idea de fusión universitaria en torno a áreas de conocimiento se podría trasladar a otras muchas materias. Los Puertos de Cádiz, Huelva y Sevilla (cuyos presidentes dependen del Gobierno autonómico), deberían contar con un plan estratégico conjunto que evite la duplicidad de inversiones y una competencia que en ocasiones es muy poco fructífera. También se pueden generar políticas más coordinadas entre el Parque Cartuja y el PTA de Málaga (ambas están atrayendo empresas de un perfil muy parecido y puede cooperar en la promoción exterior).
Este cambio debe estar acompañado por un vuelco en la ecuación entre la administración y las empresas. Tanto en el País Vasco como en Navarra, son las empresas las que definen cuáles son sus necesidades y es la Administración la que elabora una política que acompañe estas demandas, asumiendo un papel de cooperador necesario pero secundario. En Andalucía ha ocurrido justo lo contrario, ha sido la Junta la que asumía el liderazgo y eran los empresarios los que debían amoldarse a sus criterios (al amparo de esta filosofía han brotado algunos personajes en el paisaje andaluz que siempre han estado muy bien cuidados por la Junta). Para evitar precisamente una visión provinciana sobre cómo unir y coordinar capacidades en Andalucía en todos los ámbitos, será fundamental escuchar a los principales actores de cada sector, ya que en el panorama empresarial andaluz están ya casi erradicadas las visiones localistas sobre el desarrollo económico. La comunidad autónoma más grande de España debe beneficiarse, precisamente, de la creación de economías de escala, en vez de malgastar recursos dividiendo todo entre ocho.