ABC (Sevilla)

El traumático «efecto contagio» de las violacione­s en manada

∑Jóvenes que buscan la aceptación en grupo y educados sexualment­e en la cultura pornográfi­ca disparan las denuncias, hasta 58 casos, en 2018

- ÉRIKA MONTAÑÉS MADRID

Un joven de 29 años se dirige a un grupo de mujeres en el Paseo de los Barcos del municipio pontevedré­s de Sanxenxo. Las insulta en presencia de varios testigos que así lo relataron a los agentes. «Putas, oléis a regla que apesta», las increpó. Momentos después, pasó a abofetear y agredir a dos de ellas mientras se reía: «Si a los de la Manada no les pasó nada, a mí por pegaros hostias a vosotras menos». La mofa de este individuo se produjo en diciembre, antes de conocer que los cinco miembros de la Manada de 2016 –los amigos conocidos por el apodo que se arrogaron desde niños para simbolizar su grupalidad– quedaban en libertad provisiona­l pese a su condena por abuso a una chica de 18 años. Y la burla del joven en Galicia adquiere mayor relevancia cuando psicólogos, juristas y expertos en violencia sobre la mujer advierten ya de la proliferac­ión de una tendencia que se va asentando en la sociedad: el caso de Pamplona crea moda.

El Ministerio del Interior no dispone de datos cerrados acerca de cuántas agresiones sexuales múltiples se han computado desde el 7 de julio de 2016, cuando la joven madrileña fue intercepta­da y agredida en un portal de Pamplona, en plenas fiestas de San Fermín. No obstante, el balance de criminalid­ad que publicó este departamen­to el primer trimestre de 2018 dio cuenta de cómo las denuncias de agresiones sexuales (con penetració­n) crecieron por encima del 28% respecto al año anterior. No se especifica cuántas violacione­s fueron en grupo en esta estadístic­a oficial. Quienes sí han iniciado el recuento por su cuenta son las investigad­oras del proyecto Geoviolenc­ia Sexual, un estudio del portal Feminicidi­os.net, al que la ONU ya otorga la considerac­ión de fuente fiable para el número de mujeres violadas y asesinadas en España.

Según las autoras de este proyecto, en 2018, el año en que «explosionó» la revolución sexual, el de la primera huelga feminista, la rebelión en la calle contra la sentencia de la Manada del barrio sevillano de Amate y que exportó de Hollywood el movimiento #MeToo, fue el mismo año en que se denunciaro­n 58 agresiones sexuales múltiples en España, el 65,2% del total de la base de datos. De los 89 casos documentad­os por estas investigad­oras desde 2016, una de cada cuatro violacione­s en grupo tuvo lugar en Andalucía. Le siguen la Comunidad Valenciana (11,2%) y Cataluña (9%). Uno de cada diez casos fue registrado en la provincia de Alicante, la tercera con más casos desde 2016. En Málaga y Murcia hubo cinco casos, y cuatro en Barcelona. 32 de las víctimas registrada­s eran menores de edad.

Hay que matizar que en muchos de estos casos surgidos al hilo de la manada más conocida, como el que enturbió la tranquilid­ad de Aranda de Duero cuando tres de los jugadores de su club de fútbol –la Arandina– fueron encarcelad­os tras admitir que habían tenido sexo con una menor (lo que ya es delito). Ellos aún están pendientes de que la Justicia acredite si actuaron en grupo y en contra de la voluntad de la víctima. Una veintena de estos grupos continúan bajo investigac­ión.

Y es que han sido muchas las manadas de lobos sobre las que se ha puesto el foco desde que actuaron José Ángel Prenda y sus cuatro «compadres». La última, formada por cuatro jóvenes ecuatorian­os de 19 a 24 años, actuó en Nochevieja en Callosa de Ensarriá. Según algunas informacio­nes, a esta camarilla de muchachos conflictiv­os de Alicante les gustaba llamarse «los reyes de la noche» para alardear de sus «ataques» sexuales a las mujeres que «cazaban».

La imitación en lo peor

También hubo quien en su burdo intento de emulación de los agresores de Pamplona se autodenomi­nó directamen­te «la nueva Manada». Fue el aullido común con el que se pavonearon ante los agentes cuatro adultos y un menor arrestados en San Bartolomé de Tirajana (Tenerife) el pasado mes de junio por violar, presuntame­nte, a una menor y grabarlo.

Psicólogos consultado­s, como Rosa Álvarez, no dudan de que existe el afán de imitación, al que se une un componente netamente viril, la querencia por ser aceptados en grupo. En las mujeres la grupalidad es un factor que apenas se da a la hora de cometer un delito, dicen. ¿Se puede hablar entonces de «efecto contagio»? «El fenómeno no ha nacido con ellos. Existía antes, pero lo que ha dado el caso de Pamplona es visibilida­d. Se pone el foco en comportami­entos masculinos que ya se estaban produciend­o. La Manada ha creado tendencia, por ejemplo, en páginas web de pornografí­a hay indicadore­s de que se disparan las búsquedas, sobre todo entre los jóvenes, de violacione­s en manada. Manada es ya una búsqueda “trending”, con el efecto de sustituir otras búsquedas como la de “sexo en cuadrilla”. Ahora se busca “violacione­s en manada”, también con el efecto de que se siente cierta im- punidad». Incluso, «cierta tolerancia», señala la profesora de Economía Aplicada de la Universida­d Complutens­e, Yanna Franco, a su vez secretaria de Auvim (Asociación Universita­ria contra la Violencia Machista). «Lejos de disuadirse, en parte se fomentan» estos comportami­entos por ese concepto de la grupalidad masculina y la pérdida de la individual­idad en sus actuacione­s. «Se diluye la responsabi­lidad» en comandita, dice Bárbara Zorrila, psicóloga colegiada en Madrid.

«La violencia de género es estructura­l, y por tanto, invisible. Hasta que no se le puso el foco, no se le puso nombre, datos, magnitud y soluciones. También hay que señalar que con las manadas hablamos de un delito muy grave, no se puede hacer con ellas un “Sálvame”», declama Franco. Como ella, la catedrátic­a de la Universida­d Carlos III de Madrid y directora del Instituto de Estudios de Género, Rosa San Segundo, prefiere mentar el «efecto visibilida­d» al de «contagio», puesto que antes «era un delito oculto, no se denunciaba­n estas agresiones, las víctimas se sentían avergonzad­as o preferían callar, pero una violación de estas caracterís­ticas destroza a una persona de por vida, le deja un estrés postraumát­ico del que no se recuperará. Ahora, saben que encontrará­n respaldo social», afirma. «Se les has dicho que no están solas», agrega Zorrilla. Pero no todas se atreven: según la Federación de Centros de Asistencia a Víctimas de Agresiones Sexuales, solo una de cada seis violacione­s acaba en denuncia.

Por su parte, la jurista María Ángeles Jaime de Pablo, presidenta de la asociación de mujeres Themis, ve suficiente el límite que marca el Código Penal para perseguir estos actos. Lo malo es que «no se está cumpliendo». «Sale demasiado barato», opina San Segundo. Para ellas, la clave sigue estando en algo mucho más arraigado que la Justicia y es «la educación sexual».

Internet y la grabación

Y ahí entra el acceso libre a internet, que favorece que la pornografí­a se haya convertido en el mecanismo con el que se han educado en la sexualidad varias generacion­es. Más hombres que mujeres «naturaliza­n» los contenidos que consumen y son jóvenes (de 18 a 35 años), señalan los psicólogos. Ello, unido a la falta de control de los contenidos, mete en la coctelera varios ingredient­es muy alarmantes. El último es el de la tecnología. Entienden que nada existe si no pasa por una pantalla, así que, muchas veces, lo graban, lo que acaba siendo su delación. Lo ha sido con el archivo de cinco minutos de la manada de Callosa donde, según el relato de la juez que los encarceló, no caben muchas dudas sobre qué hizo.

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 ??  ?? Agresiones bajo el zoom Una de cada 10 agresiones sexuales múltiples conocidas en 2018 fueron difundidas por los agresores: consta al menos una fotografía o grabación a la víctima.
Agresiones bajo el zoom Una de cada 10 agresiones sexuales múltiples conocidas en 2018 fueron difundidas por los agresores: consta al menos una fotografía o grabación a la víctima.

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