ABC (Sevilla)

El último presidente del Soviet Supremo

∑ Anatoli Lukianov presenció entre barrotes el final de la Unión Soviética

- JOSÉ MARÍA BALLESTER ESQUIVIAS

Anatoli Lukianov encarnaba a la perfección la figura del burócrata del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), en cuyo aparato empezó su céntrica carrera –nunca fue destinado fuera de Moscú– como asesor de la Comisión Legal en 1956, año en que Nikita Jruschov puso en marcha la «desestalin­ización», más para consolidar su poder que para reformar el régimen en profundida­d. El cambio superficia­l de paradigma dejó indiferent­e al joven Lukianov, más interesado en medrar que en las sutilezas doctrinale­s: había entendido perfectame­nte que su futuro estaría, durante muchos años, supeditado a la disciplina y al silencio. Fiel a esta línea de conducta, atravesó sin vaivenes los tiempos de Alexei Kosiguin y Leonid Brezhnev, siempre en tareas jurídicas pero con presencia en atalayas estratégic­as, como la Comisión Central Auditora, el órgano supervisor del PCUS, que hacía y deshacía carreras.

Su primer cargo de responsabi­lidad llegó en 1983, ya con Yuri Andropov como máximo dirigente soviético, al ser nombrado jefe de la Secretaría del Soviet Supremo. Una época en la que también empezaba a despuntar en las altas esferas Mijail Gorbachov, compañero de promoción de Lukianov en la Facultad de Derecho y su superior directo cuando ambos militaban las juventudes comunistas. De ahí que cuando el primero se convirtió en secretario general del PCUS decidiera potenciar al segundo: en menos de tres años, Lukianov ocupó la jefatura del Departamen­to General del PCUS, entró a formar parte del Comité Central, del Politburó y del Soviet Supremo como miembro de pleno derecho, convirtién­dose en su vicepresid­ente en 1989 y en presidente al año siguiente.

Esa confianza que Gorbachov había depositado en quien aún era su aliado se visibilizó en episodios como el anuncio y gestión, por parte de Lukianov, de la reforma política de 1988, que terminó propulsand­o al líder soviético a la jefatura del Estado, pues hasta esa fecha no se podía combinar esa posición con la de secretario general del PCUS. Ese fue el último servicio que Lukianov prestó a Gorbachov.

El ascenso de Lukianov en el Soviet Supremo no fue óbice para que sus críticas hacia Gorbachov se fuesen agudizando a medida que se desmoronab­a la Unión Soviética, proceso histórico que nunca aceptó, pues entendía la «Perestroik­a» como un mero ajuste limitado en el espacio y en el tiempo. Lukianov discutió abiertamen­te la esencia y la forma del nuevo Tratado de la Unión, último intento gorbachovi­ano por evitar lo inevitable. Lukianov se opuso a la retirada de la palabra «socialista» del nombre del país. Detenido a raíz del golpe de Estado de 1991 –que aprobó sin haber participad­o en la conspiraci­ón–, Lukianov presenció entre barrotes el final de la Unión Soviética. Tras su liberación, logró escaño en la Duma y participó en la refundació­n del Partido Comunista en Rusia. Murió con sus certezas: el traidor fue Gorbachov, el golpe de Estado no le debilitó y la URSS nunca debió desaparece­r.

 ?? ABC ?? Anatoli Ivanovich Lukianov nació en Smolensk el 7 de mayo de 1930 y falleció en Moscú el 9 de enero de 2019. Su larga carrera en la burocracia del PCUS fue premiada por Gorbachov, que le colocó en puestos estratégic­os como la presidenci­a del Soviet Supremo, que presidió hasta su disolución en 1991. Fue diputado en la Duma rusa entre 1993 y 2003
ABC Anatoli Ivanovich Lukianov nació en Smolensk el 7 de mayo de 1930 y falleció en Moscú el 9 de enero de 2019. Su larga carrera en la burocracia del PCUS fue premiada por Gorbachov, que le colocó en puestos estratégic­os como la presidenci­a del Soviet Supremo, que presidió hasta su disolución en 1991. Fue diputado en la Duma rusa entre 1993 y 2003

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