Fernando Villalón Antología de ultratumba
Renacimiento reproduce «Lubricán», el manuscrito póstumo del poeta
Un Fernando Villalón trascendido, como invocado por él mismo en sesiones de teosóficas, un poeta de ultratumba que recorre espectral las marismas de su propia obra. Renacimiento acaba de editar la reproducción integral del manuscrito «Lubricán» de Fernando Villalón (Sevilla, 1881-Madrid, 1930), hallado entre los papeles dejados a su muerte.
Jacques Issorel, uno de los principales especialistas en su obra, es el responsable de esta antología en la que se reúne lo esencial de los tres libros que publicó -«Andalucía la Baja» (1926), «La Toriada» (1928) y «Romances del 800» (1929)- y varios poemas que permanecieron inéditos más de cincuenta años después de su muerte.
Después de la reciente reedición en 2017 del libro de Manuel Halcón «Recuerdos de Fernando Villalón» (Renacimiento), a cargo de Jacobo Cortines y de Alberto González Troyano, y las «Poesías completas» publicadas por Cátedra en 1998 este rescate se suma a la fascinación por este extravagante y singular poeta de la Generación del 27 siempre fuera de grupos, etiquetas y clasificaciones.
El «otro Villalón» es como define Jacques Issorel al protagonista de esta antología que se convierte en un mapa del poeta de ultratumba, el de la obra póstuma, el que ya se asoma al abismo de la muerte.
El Fernando Villalón que asoma en esta antología es el de las gacelas garrochistas, de ahí el título del libro: «Islas del Guadalquivir». «¡Yslas del Guadalquivir!/ ¡Donde se fueron los moros/ que no se quisieron ir!...».
Hay un mapa poético y una geografía que describe el territorio de Fernando Villalón, el aristócrata que heredó una fortuna en valiosas tierras pero que se arruinó por culpa de un sueño quijotesco: criar una ganadería de toros bravos en las llanuras de la marisma. Quiso Villalón crear reses mitológicas de ascendencia tartésica y no dudó en vender las fincas de cultivo para crear su utópica ganade- ría. Así vendió el valioso cortijo de la Reunión por cortijos próximos a la marisma. El resultado fue la ruina porque nadie quería torear sus morlacos.
Juan Belmonte, aunque amigo de Villalón, fue uno de los principales enemigos de la ganadería ‘mitológica’ del poeta. «Para aguantar la embestida del toro sin mover los pies y crear con el capote y la muleta un instante de belleza, se necesitaba un toro menos fiero, menos imprevisible. Villalón quería que sus toros fueran enemigos del torero», explica Jacques Issorel.
Villalón, arruinado, tuvo que vender su ganadería. Pero, como afirma Issorel, «lo que perdió el ganadero, lo ganó el poeta». Es la época en la que Manuel Halcón roba a Villalón sus versos para publicarlos. Ha nacido el poeta-ganadero, el singular personaje que también se dedica a la teosofía y que pertenece a un grupo que se dedica en Sevilla a buscar espectros por los viejos caserones de Sevilla.
Fernando Villalón pasará a formar parte de la revista «Mediodía» con sus amigos Romero Murube, Rafael Laffón, Juan Sierra, Rafael Porlán, Eduardo Llosent y su primo Manuel Halcón. Participará en los actos de la Generación del 27 en el Ateneo de Sevilla y creará con Adriano del Valle y Rogelio Buendía la revista «Papeles de Aleluya». Y quedará incluido en la famosa antología de Gerardo Diego que definió el canon de la generación. El propio Gerardo Diego escribió una de las primeras reseñas dedicadas al poeta destacando sus «hallazgos de caliente y soleada poesía». Ahora en esta antología de ultratumba se descubre la poesía telúrica, heterodoxa y luminosa de Villalón.