REFORZAR LA EDUCACIÓN
«La velocidad a que se están produciendo los cambios en esta cuarta revolución industrial que estamos viviendo, es mucho mayor que aquella en la que se produjeron en revoluciones anteriores. Tenemos que dar ya respuesta a este desafío digital con medidas laborales, fiscales, y educativas. Y Europa va a estar vigilante para que hagamos bien los deberes»
AUNQUE no hay un consenso claro sobre las fechas, la edad de los jóvenes denominados «millennials» se sitúa entre los que actualmente inician la veintena y los que se acercan a la cuarentena. Es decir, aquellos que llevan ya una década trabajando y los que están a punto de incorporarse al mercado laboral. A pesar de este amplio rango de edades, hay una cosa que comparten todos ellos a la hora de enfrentarse al mundo del trabajo: más allá del salario, lo que les motiva especialmente es trabajar para empresas preocupadas por su entorno social y medioambiental y disponer de tiempo libre para desarrollar un proyecto no sólo profesional sino vital.
Lejos de buscar un trabajo para toda la vida, estos jóvenes se inclinan más por cambiar cada cierto tiempo en busca de nuevos desafíos y de una experiencia más diversa. Y con el impulso de la nueva economía, algunos incluso están presentes en el mercado mediante nuevas figuras contractuales que no son propiamente ni autónomos ni empleados tradicionales, para las que habrá que buscar una más clara definición, tanto laboral como fiscal.
Desde el punto de vista de su formación están inaugurando algo que se venía avanzando desde hace tiempo pero que hasta ahora no se había instalado entre nosotros con tanta evidencia. Me refiero al aprendizaje continuo, el «life-long learning», a saberse reinventar permanentemente desde una perspectiva profesional. Y también el teletrabajo, estrenado en muchas empresas con éxito durante la pandemia.
El presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete, señalaba que hoy en día el 60 por ciento de los trabajadores no se encuentran preparados para el nuevo mundo tecnológico en el que ya estamos instalados. Los jóvenes que no estén orientando su formación por lo que se ha venido a denominar como carreras STEM (siglas en inglés de Ciencia, Tecnología, Ingeniería, y Matemáticas) tienen ya un muy difícil encaje en el mundo del trabajo. Y, en el mundo posCovid la oferta, a corto plazo, está disminuyendo.
Ya en estos momentos podemos hablar de tres niveles en los que se sitúan los trabajadores. Un nivel superior para aquellos con conocimientos aplicables a cuestiones como la Inteligencia Artificial, Big Data, 5G, o el internet de las cosas, con trabajo totalmente asegurado. Un segundo nivel de personas con formación avanzada, como médicos, que van a seguir haciendo su trabajo con criterios más o menos tradicionales, pero apoyados por las nuevas tecnologías, sobre todo la Inteligencia Artificial. Y finalmente, un tercer nivel de trabajadores vinculados a tareas más mecánicas, como administrativos, oficinistas o conductores de vehículos, ya desplazados por las nuevas tecnologías, suplantados por vehículos autónomos, robots o sofisticados programas.
Y aquí nos enfrentamos con una pregunta inquietante. ¿Qué va a hacer la sociedad con la gente desplazada por la ola, más bien tsunami, digital? Porque muchos trabajadores, desgraciadamente, se van a quedar en el camino, sin posibilidades de readaptación. ¿Cómo haremos en este caso? ¿Tendremos que mantener perpetuamente el nuevo ingreso mínimo vital para garantizar su supervivencia? ¿ Ayudaría este nuevo programa a resolver el problema, o contribuiría, por el contrario, a hacerlo crónico? Porque es evidente que con el cambio de prioridades actual, con menor preocupación por el salario y más por disponer de tiempo libre, es muy posible que para muchos ciudadanos la posibilidad de recibir un salario sin hacer nada no les vaya a motivar a buscar empleo. La reciente prueba en Finlandia confirmó esto, y el Gobierno desactivó el programa.
Tenemos que tener en cuenta, además, que la formación permanente para adaptar a los trabajadores a los nuevos requerimientos de la era digital sólo son capaces de suministrarla en España las grandes y medianas empresas. Y lamentablemente tenemos muy pocas; el 94,4 por ciento de nuestras empresas son pequeñas o microempresas con menos de diez empleados, con escasa o nula capacidad para dedicar esfuerzos a una formación continua para sus trabajadores.
Las encuestas que se nos hacen a los empresarios tanto a nivel nacional como internacional, reflejan la preocupación por la educación y la formación en un primerísimo lugar. En una reciente encuesta en la que han participado empresarios de toda España, el objetivo de mejorar la calidad de la educación a través de un pacto de Estado se sitúa a distancia como la principal reforma a poner en marcha.
Así lo hemos reflejado también en el informe «Transformación del modelo productivo español», que el Círculo de Empresarios ha elaborado con la colaboración de Boston Consulting Group (BCG). Entre las catorce prioridades que destacamos para salir de la actual crisis está la de reforzar nuestro sistema educativo eliminando el desajuste entre las capacidades de la fuerza laboral y las necesidades del mercado. Esta exigencia se verá acentuada tras la crisis del Covid-19 como consecuencia de la aceleración de la digitalización y el aumento de la demanda de perfiles tecnológicos.
Es escalofriante comprobar que nuestra tasa de abandono escolar asciende a un 17,3 por ciento, la más alta de Europa. Y las soluciones a todos estos problemas son de medio y largo plazo. Es decir, esa perspectiva en la que no parecen interesados nuestros políticos que, por naturaleza, tienden a pensar sólo en las próximas elecciones. Y éstas, en un contexto de fragmentación política como el actual, se van a venir celebrando en periodos cada vez más breves.
Son muchos los aspectos que un programa político serio y de futuro, consensuado entre los grandes partidos para darle estabilidad, va a tener que contemplar. Y las exigencias europeas para acceder a las ayudas que nos permitan salir de la crisis van a hacer imperativo ese consenso.
La velocidad a que se están produciendo los cambios en esta cuarta revolución industrial que estamos viviendo, es mucho mayor que aquella en la que se produjeron en revoluciones anteriores. Tenemos que dar ya respuesta a este desafío digital con medidas laborales, fiscales, y educativas. Y Europa va a estar vigilante para que hagamos bien los deberes.