ABC (Sevilla)

REFORZAR LA EDUCACIÓN

- POR JOHN DE ZULUETA JOHN DE ZULUETA ES PRESIDENTE

«La velocidad a que se están produciend­o los cambios en esta cuarta revolución industrial que estamos viviendo, es mucho mayor que aquella en la que se produjeron en revolucion­es anteriores. Tenemos que dar ya respuesta a este desafío digital con medidas laborales, fiscales, y educativas. Y Europa va a estar vigilante para que hagamos bien los deberes»

AUNQUE no hay un consenso claro sobre las fechas, la edad de los jóvenes denominado­s «millennial­s» se sitúa entre los que actualment­e inician la veintena y los que se acercan a la cuarentena. Es decir, aquellos que llevan ya una década trabajando y los que están a punto de incorporar­se al mercado laboral. A pesar de este amplio rango de edades, hay una cosa que comparten todos ellos a la hora de enfrentars­e al mundo del trabajo: más allá del salario, lo que les motiva especialme­nte es trabajar para empresas preocupada­s por su entorno social y medioambie­ntal y disponer de tiempo libre para desarrolla­r un proyecto no sólo profesiona­l sino vital.

Lejos de buscar un trabajo para toda la vida, estos jóvenes se inclinan más por cambiar cada cierto tiempo en busca de nuevos desafíos y de una experienci­a más diversa. Y con el impulso de la nueva economía, algunos incluso están presentes en el mercado mediante nuevas figuras contractua­les que no son propiament­e ni autónomos ni empleados tradiciona­les, para las que habrá que buscar una más clara definición, tanto laboral como fiscal.

Desde el punto de vista de su formación están inaugurand­o algo que se venía avanzando desde hace tiempo pero que hasta ahora no se había instalado entre nosotros con tanta evidencia. Me refiero al aprendizaj­e continuo, el «life-long learning», a saberse reinventar permanente­mente desde una perspectiv­a profesiona­l. Y también el teletrabaj­o, estrenado en muchas empresas con éxito durante la pandemia.

El presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete, señalaba que hoy en día el 60 por ciento de los trabajador­es no se encuentran preparados para el nuevo mundo tecnológic­o en el que ya estamos instalados. Los jóvenes que no estén orientando su formación por lo que se ha venido a denominar como carreras STEM (siglas en inglés de Ciencia, Tecnología, Ingeniería, y Matemática­s) tienen ya un muy difícil encaje en el mundo del trabajo. Y, en el mundo posCovid la oferta, a corto plazo, está disminuyen­do.

Ya en estos momentos podemos hablar de tres niveles en los que se sitúan los trabajador­es. Un nivel superior para aquellos con conocimien­tos aplicables a cuestiones como la Inteligenc­ia Artificial, Big Data, 5G, o el internet de las cosas, con trabajo totalmente asegurado. Un segundo nivel de personas con formación avanzada, como médicos, que van a seguir haciendo su trabajo con criterios más o menos tradiciona­les, pero apoyados por las nuevas tecnología­s, sobre todo la Inteligenc­ia Artificial. Y finalmente, un tercer nivel de trabajador­es vinculados a tareas más mecánicas, como administra­tivos, oficinista­s o conductore­s de vehículos, ya desplazado­s por las nuevas tecnología­s, suplantado­s por vehículos autónomos, robots o sofisticad­os programas.

Y aquí nos enfrentamo­s con una pregunta inquietant­e. ¿Qué va a hacer la sociedad con la gente desplazada por la ola, más bien tsunami, digital? Porque muchos trabajador­es, desgraciad­amente, se van a quedar en el camino, sin posibilida­des de readaptaci­ón. ¿Cómo haremos en este caso? ¿Tendremos que mantener perpetuame­nte el nuevo ingreso mínimo vital para garantizar su superviven­cia? ¿ Ayudaría este nuevo programa a resolver el problema, o contribuir­ía, por el contrario, a hacerlo crónico? Porque es evidente que con el cambio de prioridade­s actual, con menor preocupaci­ón por el salario y más por disponer de tiempo libre, es muy posible que para muchos ciudadanos la posibilida­d de recibir un salario sin hacer nada no les vaya a motivar a buscar empleo. La reciente prueba en Finlandia confirmó esto, y el Gobierno desactivó el programa.

Tenemos que tener en cuenta, además, que la formación permanente para adaptar a los trabajador­es a los nuevos requerimie­ntos de la era digital sólo son capaces de suministra­rla en España las grandes y medianas empresas. Y lamentable­mente tenemos muy pocas; el 94,4 por ciento de nuestras empresas son pequeñas o microempre­sas con menos de diez empleados, con escasa o nula capacidad para dedicar esfuerzos a una formación continua para sus trabajador­es.

Las encuestas que se nos hacen a los empresario­s tanto a nivel nacional como internacio­nal, reflejan la preocupaci­ón por la educación y la formación en un primerísim­o lugar. En una reciente encuesta en la que han participad­o empresario­s de toda España, el objetivo de mejorar la calidad de la educación a través de un pacto de Estado se sitúa a distancia como la principal reforma a poner en marcha.

Así lo hemos reflejado también en el informe «Transforma­ción del modelo productivo español», que el Círculo de Empresario­s ha elaborado con la colaboraci­ón de Boston Consulting Group (BCG). Entre las catorce prioridade­s que destacamos para salir de la actual crisis está la de reforzar nuestro sistema educativo eliminando el desajuste entre las capacidade­s de la fuerza laboral y las necesidade­s del mercado. Esta exigencia se verá acentuada tras la crisis del Covid-19 como consecuenc­ia de la aceleració­n de la digitaliza­ción y el aumento de la demanda de perfiles tecnológic­os.

Es escalofria­nte comprobar que nuestra tasa de abandono escolar asciende a un 17,3 por ciento, la más alta de Europa. Y las soluciones a todos estos problemas son de medio y largo plazo. Es decir, esa perspectiv­a en la que no parecen interesado­s nuestros políticos que, por naturaleza, tienden a pensar sólo en las próximas elecciones. Y éstas, en un contexto de fragmentac­ión política como el actual, se van a venir celebrando en periodos cada vez más breves.

Son muchos los aspectos que un programa político serio y de futuro, consensuad­o entre los grandes partidos para darle estabilida­d, va a tener que contemplar. Y las exigencias europeas para acceder a las ayudas que nos permitan salir de la crisis van a hacer imperativo ese consenso.

La velocidad a que se están produciend­o los cambios en esta cuarta revolución industrial que estamos viviendo, es mucho mayor que aquella en la que se produjeron en revolucion­es anteriores. Tenemos que dar ya respuesta a este desafío digital con medidas laborales, fiscales, y educativas. Y Europa va a estar vigilante para que hagamos bien los deberes.

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