ABC (Sevilla)

LA SALUD PÚBLICA, REHÉN POLÍTICO

En términos objetivos, muchos ciudadanos van a pagar con el sacrificio de su salud el coste de un conflicto político

- Riori IGNACIO CAMACHO a poste-

PARA cualquier persona informada era evidente que al regreso de las vacaciones, en las que mucha gente bajó la guardia, la segunda oleada del Covid iba a volver a incrementa­r la tensión sanitaria y que la media de incubación del virus situaba el punto crítico al cabo de dos semanas. También que, por razones evidentes de población y movilidad urbana, la región de Madrid tenía todas las papeletas para convertirs­e en la más afectada. Es probable que además la gestión de Díaz Ayuso haya pecado de exceso de confianza o de arrogancia, de insuficien­cia en las medidas de control y de escasez de refuerzos en la red de atención primaria, a lo que hay que sumar la ausencia de vigilancia en el aeropuerto de Barajas y el empeño de las autoridade­s autonómica­s por evitar que la economía colapsara con restriccio­nes traumática­s. El caso es que por unas razones u otras, la epidemia ha vuelto a entrar en algunas zonas en fase de transmisió­n comunitari­a sin que el Gobierno de la nación haya movido un dedo por contribuir a evitarla; más bien se ha quedado a la expectativ­a, refugiado en una ficticia «cogobernan­za» que en la práctica significa desentende­rse de la amenaza no sólo en Madrid sino en el resto de España. Ahora, ante la gravedad del panorama, cobra sentido la sospecha sobre el silencio absentista de Sánchez en Lanzarote y Doñana: se trataba de una estrategia de socializac­ión de responsabi­lidades destinada a lograr que la bisoña lideresa del baluarte simbólico de la derecha confiese su impotencia, cautiva y desarmada, e implore de la magnanimid­ad cesárea del presidente la declaració­n territoria­l del estado de alarma.

A tenor de las circunstan­cias es difícil rechazar, incluso renunciand­o a todo atisbo de recelo maligno, la hipótesis de que la negativa del Ejecutivo a reformar la legislació­n para dotar a las autonomías del necesario arsenal jurídico contra la pandemia no responda a un predetermi­nado designio político. A un plan para justificar

el uso abusivo de las medidas excepciona­les y del confinamie­nto estricto. A un ejercicio exculpator­io con el que devolver a la oposición las consecuenc­ias de su desafío, y a la voluntad de construir un relato propagandí­stico al coste objetivo de tomar a una parte de la población como rehén ocasional de un conflicto. Porque en el cruce de culpas y reproches hay muchos ciudadanos que se han visto atrapados en un círculo de incompeten­cias que sólo ellos pagarán con el sacrificio de su salud en el altar maldito del enfrentami­ento banderizo.

La pregunta que procede ahora es la de si el país puede soportar otra macabra escalada estadístic­a de muertos, si los juegos de poder justifican este deshonesto envite sobre la vida de los enfermos y el esfuerzo expiatorio de los médicos. Y, sobre todo, si los españoles somos tan sectarios o estamos tan ciegos como para pasar por alto todo esto.

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