Sobre la memoria y la democracia
Hay palabras que son un ejemplo de lección histórica, como las que, en 1942, pronunció en la Ciudad de México Indalecio Prieto: «Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el PSOE y ante España entera, de mi participación de aquel movimiento revolucionario y lo declaro, como culpa, como pecado, no como gloria». Para aquellos jóvenes, y no tan jóvenes, que no han tenido la oportunidad de estudiar la Historia Contemporánea de España, el líder socialista se refería al golpe de Estado que perpetró el PSOE, actualmente en el poder, contra el régimen democrático de la República, en el año 1934, contra un gobierno legítimo salido de las urnas y, por cierto, con la primera vez de sufragio universal, incluido el votos de las mujeres. Pues bien, la señora Calvo ha presentado el proyecto de ley de Memoria Democrática. Me parece perfecto, pero, antes de nada, como buen ejercicio de autocrítica colectiva de su propio partido, que haga como Don Indalecio, que pida perdón, en nombre de todo el socialismo español, de ese evento tan desgraciado y antidemocrático que es un triste ejemplo de cómo se puede actuar con una doble moral, denunciando a los de la derecha reaccionaria ocultando las vergüenzas propias de la historia lamentable de su organización política. Así sí daría muestra de memoria y de democracia.