ABC (Sevilla)

Santa María Purísima: Amor, fe y fidelidad

Hoy 18 de septiembre, festividad de Santa María de la Purísima de la Cruz, se cumplen diez años de su Beatificac­ión en Sevilla. En octubre se celebrará el quinto aniversari­o de su Canonizaci­ón

- GLORIA GAMITO

Como en todas las epidemias y catástrofe­s ocurridas en sus 145 años de existencia, las Hermanas de la Cruz se desviven para paliar la miseria y el desamparo que ha originado el coronaviru­s. Y en este complicado y extraño 2020 hoy, día de la festividad de Santa María de la Purísima de la Cruz, se cumplen diez años de su Beatificac­ión en Sevilla, y el próximo 18 de octubre cinco de su Canonizaci­ón en Roma.

Madre María de la Purísima de la Cruz ha marcado los últimos 43 años del Instituto de la Cruz fundado por Sor Ángela. Y lo ha hecho con la humildad y la fidelidad por bandera, siempre dispuesta a cumplir la voluntad de Dios y siguiendo al pie de la letra el camino de la zapaterita santa. Con solo 18 años María Isabel Salvat Romero, como se llamaba en el siglo, ingresó en las Hermanas de la Cruz. Las conoció en Madrid, donde vivía, y le atrajo de tal manera el ideario de Sor Ángela, que decidió recorrer su misma senda con gran fidelidad. De familia distinguid­a, María Isabel eligió seguir a Jesús bajo la regla del Instituto de la Cruz: pobreza, humildad, renuncia total. Su vida es como la de cualquier Hermana de la Cruz, con su entrega sin límites y sus profundas penitencia­s, volcada en los pobres y necesitado­s para atraerlos a Cristo.

Los que la conocieron destacan su elegancia natural, su serena bondad, su sonrisa especial, su cariño de madre con las niñas internas, a quienes corregía y educaba con amor, y con sus Hermanas. Superiora en Estepa y en Villanueva del Río y Minas, donde combatió con dulzura y valentía la pobreza más extrema de las «cuevas», fue como maestra de novicias donde destacó por su celo en la formación de las religiosas siempre bajo la guía de Sor Ángela, formándola­s en el más estricto espíritu del Instituto.

En 1977 fue elegida Madre General, cargo que ocupó durante 22 años, porque fue reelegida en tres ocasiones, hasta su muerte. Su objetivo al frente del Instituto fue que ella misma y las religiosas fueran las auténticas Hermanas de la Cruz que pretendía Sor Ángela. Madre Purísima bebió en el manantial de caridad de la fundadora y practicó la misericord­ia, la humildad y la alegría. El secreto de estas virtudes, está en la cruz, en el darse por entero, y en la pobreza, la pobreza extrema de tener a Dios como la única riqueza. Ese vacío de todo para llenarse de Dios, de todas las virtudes. La pobreza consustanc­ial a las Hermanas de la Cruz la vivía Madre María de la Purísima al extremo porque decía «que si no se sufre la pobreza es que no se tiene». También afirmaba que ser santo no era hacer cosas extraordin­arias sino hacer muy bien las cosas de todos los días. Seguía con celo la máxima de Sor Ángela de ser ángeles de paz y la aplicaba en pensar bien, sentir bien, hablar bien de todos, entender la caridad como amor a Dios y amor al prójimo, y de modo especial a los cercanos.

Todos sus escritos a las Hermanas estaban basados en citas evangélica­s y en frases y escritos de Sor Ángela, o se referían a las Reglas para afianzar el carisma del Instituto. Madre María de la Purísima pretendía al recordar sus enseñanzas que la letra y el espíritu de la fundadora estuvieran presentes en la vida de las Hermanas. Para sus hijas fue siempre la perfecta Hermana de la Cruz, la que Sor Ángela soñaba. Y esa ansia de perfección, de santidad se la inculcó a sus hijas con finura y naturalida­d. Nunca les exigió a las Hermanas más de lo que ella se exigía a sí misma. Debajo y como soporte de una sonrisa serena y un semblante afable, había un profundo trabajo interior, un corazón purificado por el silencio exterior y sobre todo por el interior, el silencio del yo, del amor propio, del egoísmo y del espíritu humano; un corazón purificado por el sacrificio, por la humildad, por la conversión interior de ir cada día muriendo y por su disposició­n de hacer cada día la voluntad de Dios.

El 18 de septiembre de 2010, después de un proceso meteórico en el que se manifestó la prisa de Dios, fue beatificad­a en el Estadio Olímpico. Fue un día grande para Sevilla que tanto quiere a Santa Ángela y las Hermanas y asistieron 45.000 personas. Presidió la ceremonia, que fue emocionant­e, la Virgen de la Esperanza Macarena. El representa­nte del Papa, el cardenal Angelo Amato, l l amó a Madre Purísima l a Madre del Postconcil­io por su fidelidad «a los valores, no a las modas, a la sustancia, no a l as apariencia­s » y l os asi st entes cuando nombró a l as Hermanas de l a Cruz aplaudiero­n de manera espontánea a las religiosas con una ovación de casi siete minutos que terminó en palmas por bulerías. Un precioso homenaje de c a r i ño y reconocimi­ento a su labor. Cinco años más t arde el 1 8 de octubre de 2015 tuvo lugar la Canonizaci­ón en Roma. Los restos mortales de la hija fiel reposan en l a Capilla j unto al cuerpo incorrupto de su modelo y guía, Santa Ángela. Allí Santa María de la Purísima atiende y escucha los problemas y penas de los devotos, y con el ejemplo de su vida da testimonio de amor, fe y fidelidad.

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ABC Madre María de la Purísima con varios niños

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