ABC (Sevilla)

El comercio

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la venta de grandes lotes de licencias que recibían, por lo general, «ministros, favoritos del Rey, conquistad­ores o grandes financiero­s». Estos revendían o cedían estas licencias a los verdaderos traficante­s de esclavos, logrando pingües e inmediatos réditos.

Mercado especulati­vo tivo

De esta forma, se creó en n Sevilla este mercado es- peculativo centrado en las s licencias, que se convir- tió en un activo muy de- mandado en la época. La a gran especulaci­ón con estos documentos hizo que «el sistema colapsara, porque los favoritos del Rey que lograban licencias querían vender lo más rápido posible, lo que hacía que el mercado se saturara y estancara. Por ello, a partir de 1595 la tarea de tomar y distribuir licencias se dejó en manos de expertos portuguese­s».

Pero mientras duró este negocio, los vascos en Sevilla tuvieron un papel fundamenta­l, en primer lugar, porque la comunidad estaba representa­da en «todas las capas del tejido socioeconó­mico hispalense». Además, sus habilidade­s comerciale­s y marítimas «encajaban a la perfección con las necesidade­s de la naciente trata» y la comunidad tenía presencia en «todas sus principale­s fases».

Así, Ortiz Arza ha identifica­do a ministros del Rey que crearon y validaron licencias de esclavos, como Juan de Eguíbar y Martín de Gaztelu; ministros controland­o el proceso de registrotr­o en la Casa dde la Contrataci­ón, como Ochoa de Urquiza;Urqu beneficiar­ios de las lilicencia­s, como Juan Ortitiz de Zárate y Gregorio dde Ugarte; especialis­tas en el mercado paralelo, cocomo Lucas de Iturbe y PPedro de Arbieto; granddes, medianos y pequeños traficante­s, como Pedro de Morga y Francisco de Zavala; transporti­stas marítimos, como Pedro de Murueta y Domingo de Bilbao...

Esta amplia participac­ión en el negocio, señala este investigad­or, muestra, aunque parezca hoy paradójico, el «carácter emprendedo­r» de la comunidad vasca y su «capacidad de adaptación a otras realidades sociales, su dominio del mundo marítimo y su presencia en grandes ámbitos de poder económico y político, como Sevilla o Amberes». Porque la esclavitud, concluye, «era algo plenamente aceptado en la época y las personas somos producto de nuestro tiempo».

La Corona expedía las licencias para la trata de personas que tutelaba la Casa de la Contrataci­ón

En Sevilla se reservaban los esclavos que después se embarcaban de África a América

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