Librar a la afición de un mal pianista
De niño Dani de Morón quiso ser pianista. Puestos a creer, considera que ha librado a los aficionados de un buen castigo: «Me siento frente a las teclas y soy incapaz de ver nada. Os he salvado de lo peor», señala con sorna. En el conservatorio, estuvo a punto de perder su interés por la música, hasta que un buen profesor de flamenco, Alfonso Clavijo, a su vez alumno de Manolo Morilla, contemporáneo de Diego del Gastor, le llevó los dedos a los trastes. Los Gastor han sido por supuesto una referencia, pero también el ya mencionado Paco de Lucía, un buen puñado de músicos del mundo, como Dhafer Youssef, a quien rinde tributo en «Creer para ver», y El Viejín. Fue este excelso artista madrileño quien le regaló con condiciones la guitarra con la que hoy graba en el estudio: «Si algún día te quieres desprender de ella, que venga de vuelta». Se metió en el bolsillo el dinero que le había dado su padre para aquella compra y media vuelta.
Él compone, produce, acompaña y ofrece conciertos en solitario. Es de los pocos flamencos que goza de la proyección de una multinacional; Universal Music, en su caso. Tiene la mirada fija en los proyectos que le ocupan para el futuro y todo lo termina con un amistoso «Con que...». Expresión cercenadora de reuniones que se ha colado en unos arpegios de su álbum más reciente.