En su cuenta de Instagram de una vida rodeada de lujos
MADRID
Putin lo hemos visto montar a caballo a pecho descubierto, pescar un lucio de 20 kilos, disparar con un rifle con mira telescópica o abatir a un campeón de kárate con una llave digna de un cinturón negro. Con todo y con eso, dicen que es más fácil conseguir sonsacarle un tema de seguridad nacional que detalles sobre su familia. La versión oficial ofrece una serie de datos objetivos: ha estado casado durante 30 años con Lyudmila Pútina, se divorció en 2013, tiene dos hijas, María (35 años) y Yekaterina (34 años). Putin presume de que ambas estudiaron en Rusia, una forma de exaltar la educación nacional. Según Reuters, la mayor es una prestigiosa endocrina y la pequeña, una académica que trabaja en la Universidad Estatal de Moscú y participa en competiciones de acrobático. Su padre sólo ha hablado públicamente de ellas una vez, excusándose de no haberlo hecho antes por seguridad: «Yo nunca he discutido dónde trabajan mis hijas o qué hacen. En general, pienso que cada persona tiene derecho a su propio destino. Nunca fueron hijas de una celebridad, nunca les dio placer ser el centro de atención y simplemente están viviendo sus propias vidas», declaró zanjando el asunto. Pero nada de ese halo de misterio y silencio, fruto según algunos de un miedo reverencial al presidente, exdirector de la KGB, ha evitado que le atribuyan romances extramatrimoniales de lo más diversos: con bailarinas, una cantante de ópera o una gimnasta olímpica. Incluso se le atribuyen varios hijos. Todo ello desmentido oficialmente.
Pero hay una examante a la que no han conseguido callar o borrar del mapa: Svetlana Krivonogikh, que conoció a Putin a finales de los 90 y mantuvo su romance trece años, suficientes para dar a luz a su hija Elizaveta, que ha alcanzado la mayoría de edad estos días y que, al igual que las hijas de las ha aprovechado para abrirse una cuenta de Instagram y mostrar al mundo que el cuento de Cenicienta se ha hecho viral. Perdón, se ha hecho real. Su perfil trae de cabeza al presidente ruso, dicen por lo bajini sus ayudantes. Aunque no ha sido reconocida públicamente, su madre, Svetlana, ha pasado misteriosamente de ser limpiadora a convertirse en accionista del Rossiya Bank y propietaria de varios apartamentos de lujo. Por eso, la hija bastarda de Putin puede presumir en las re
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