La Junta birmana corta internet y aísla al país tras el golpe
El Ejército temía que Suu Kyi les despojara de sus privilegios y «se adelantó»
En 2008, cuando viajé por primera vez a Birmania para cubrir el devastador ciclón Nargis que se cobró más de 140.000 vidas, el miedo era un acto reflejo. Cada vez que se les preguntaba por la Junta militar, los birmanos encogían el cuello y miraban a izquierda y derecha por si había algún policía o chivato escuchándolos antes de susurrar sus críticas a la dictadura. En 2015, durante mi tercera visita para informar sobre las primeras elecciones libres en 25 años, la euforia se desataba con la victoria de la premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, icono de la lucha por la libertad en este bellísimo pero paupérrimo país del Sudeste Asiático.
Entre medias, en 2010 se había iniciado la transición a la democracia con la liberación de Aung San Suu Kyi, quien se había pasado 15 de los últimos 20 años bajo arresto domiciliario. Nada más ser liberada, concedía una entrevista a ABC en la que se mostraba convencida de que vería la democracia en Birmania, pero también pragmática para mantener buenas relaciones con regímenes autoritarios como el chino de Xi Jinping.
Después de una década de paréntesis democrático, la dictadura vuelve a Myanmar, nombre oficial de Birmania adoptado por los militares en 1989 para sacudirse su pasado colonial británico. Parecía que el país había emprendido un camino sin retorno a la libertad, pero ha resultado ser de ida y vuelta a la dictadura, su estado político natural. Siguiendo su tradición, el Ejército dio un golpe de Estado el lunes, justo cuando se iba a constituir el Parlamento tras la nueva victoria del partido de Aung San Suu Kyi, la Liga Nacional para la Democracia (LND), en las elecciones del pasado noviembre.
Alegando fraude por el arrollador triunfo de la LND, más humillante todavía que en 2015 al obtener el 83 por ciento de los votos, el nuevo hombre fuerte del país, el general Min Aung Hlaing, ha tomado el poder y declarado el estado de emergencia. Aunque ha prometido que dentro de un año se celebrarán nuevas elecciones y que respetará el resultado de las urnas, se teme que reforme la ley para vetar a Aung San Suu Kyi.
No sería la primera vez porque ya en 2008, en plena catástrofe del Nargis, los militares celebraron una farsa de referéndum para enmendar la Constitución y seguir conservando parte de su poder incluso cuando se abrieran a la democracia. Entre otras cosas, se aseguraron un 25 por ciento de los escaños del Parlamento, el control de tres ministerios clave como Defensa, Interior y Fronteras y prohibieron que alguien casado o con hijos con un extranjero, como Suu Kyi, pudiera acceder a la presidencia o vicepresidencia del país. De momento, La Dama, como es popularmente conocida, ha sido encerrada de nuevo en su mansión bajo la extraña acusación de haber importado ilegalmente unos equipos de comunicaciones que, según la BBC, serían unos walkie-talkies.
Regreso al pasado
Superada la sorpresa inicial, los birmanos se han echado a las calles para manifestarse contra el golpe de Estado y en apoyo de Suu Kyi, de 75 años. Aunque su reputación internacional quedó destrozada por su complicidad en 2017 con la «limpieza étnica» de los musulmanes rohingyas, sigue siendo venerada en Birmania por su lucha por la democracia y por ser la hija del general Aung San, héroe de la independencia asesinado cuando ella tenía solo dos años. Para desactivar las protestas, el «Tatmadaw» (Ejército) cortó ayer internet, devolviendo al país al aislamiento en que vivió sumido durante casi medio siglo.
Desde 1962, cuando el general Ne Win tomó el poder en otro golpe de Estado, Birmania ha estado dirigida por un régimen militar. Aunque la oposición consiguió derribar en agosto de 1988 a Ne Win, otra Junta militar lo reemplazó en septiembre de ese mismo año tras aplastar violentamente las protestas reclamando democracia. En 1990, el Ejército convocó unas elecciones que fueron ganadas de manera aplastante por Aung San Suu Kyi, quien fue confinada bajo arresto domiciliario.
La pregunta es por qué el Ejército ha protagonizado esta nueva asonada cuando se había asegurado la impunidad y el control de sus multimillonarios negocios, como minas de jade, bancos y cadenas de hoteles. «En el golpe militar intervienen muchos factores, como la mala relación entre el general Min Aung Hlaing y Aung San Suu Kyi y su menosprecio hacia el Ejército, al que le preocupa que el Gobierno pueda hacer cambios para acabar con su presencia en el poder y se ha buscado una excusa para actuar», explica el profesor Daniel Gomà Pinilla, de la Universidad de Cantabria, a Diego Moreno Bermejo en el podcast sobre Birmania que puede escuchar en abc.es.
Tras una década de paréntesis democrático, regresa la dictadura militar mientras los birmanos se movilizan para no perder la libertad que tanto tiempo y esfuerzo les había costado conquistar.
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