TRIBUNA ABIERTA
NARBONA
Acentos
Ni o son preferibles a andaluces o mis rincones, ni lo contrario. A menos que se proyecte el ingenuo ‘argumento’ de que todo lo ‘mío’ es superior a lo ajeno
andaluse
Amihrincone
propósito de la ‘encendida polémica’ suscitada por la ausencia de acento andaluz en el vídeo institucional ‘ANDALUCES –DE NUEVO- LEVANTAOS’, lanzado por la Junta de Andalucía para conmemorar el 40º aniversario del Estatuto de Autonomía, terminaba Manuel Contreras su escrito Acento, en este mismo diario, de forma contundente: «que los políticos dejen hablar a cada uno como le dé la gana». Así es, y precisamente porque ni ellos ni nadie pueden ‘impedir’ —aunque lo pretendan— que hablemos como queramos, me permito poner en plural su título, que tomo prestado. Somos nosotros mismos los que, dentro de las posibilidades permitidas por la competencia alcanzada gracias a la instrucción y a lo que escuchamos y leemos, lo hacemos como podemos, y como nos conviene (o mejor viene) en cada ocasión.
Asombra que casi todo el mundo coincida en calificar de indignante que la voz en off de la grabación (lo que dice no parece importar gran cosa) recurra al acento ‘castellano’, que, según algunos, ha venido «avasallando» y marginando secularmente al de los hablantes del sur. Como no he leído ni oído una sola precisión o aclaración acerca del ocultado o escamoteado, hemos de jugar a las adivinanzas.
La palabra acento tiene tal carga polisémica, que en los estudios lingüísticos no se suele utilizar más que para referirse al relieve fónico que distingue abono de abonó o cálculo de calculo y calculó, así como a la tilde que los diferencia en la escritura. Lo habitual es asociarlo a la modulación prosódica, la entonación, las particularidades melódicas y rítmicas…
En nuestro caso no van por ahí los polemistas, pues difícilmente se puede estar ‘en contra’ de una dicción poco o nada ‘marcada’. Más bien se piensa en que las –s implosivas y finales son pronunciadas como tales, no ‘se pierden’ sonidos, no hay seseo (por supuesto, tampoco ceceo), y poco más. Pero, de haberse decantado por ANDALUSE LEVANTAO y por ‘Dehde hase siglo oh he vihto yená de vi[d]a ca[da] uno de mih rincone…’), en lugar de «Desde hace siglos os he visto llenar de vida cada uno de mis rincones…» (que es como arranca), no se hubiera evitado la discusión, aunque habría sido otra.
Y es que para poder ensalzar las bondades y autenticidad de los usos idiomáticos ‘propios’ se precisan ‘detractores’ que sirvan de frontón. La confront-ación, sin embargo, tiene muy escaso recorrido, entre otras razones, porque no hay criterios para dirimir lo que es bueno o malo, ‘mejor’ o ‘peor’. El único baremo para evaluar el comportamiento lingüístico oral —aparte el consenso y aceptación social— es la comprobación por emisor y receptor(es) de las ventajas e inconvenientes en la consecución de una intercomunicación máximamente clara y eficiente. Los hábitos articulatorios ‘andaluces’ —que varían mucho de una zona a otra, socialmente, e incluso en las actuaciones de un mismo usuario— no descartan ni se ‘oponen’ a los del ‘castellano’. Sería admitir que llevamos el ‘enemigo’ dentro. Ni andaluse o mihrincone son preferibles a andaluces o mis rincones, ni lo contrario. A menos que se proyecte el ingenuo ‘argumento’ de que todo lo ‘mío’ es superior a lo ajeno, y tampoco sería aplicable, porque ¿pueden considerarse ‘extraños’ unos rasgos pertenecientes a la misma lengua y gracias a los cuales nos entendemos?
Cierto, los andaluces, cuando conversamos coloquialmente, no hablamos (ni pronunciamos) como el locutor de ANDALUCES LEVANTAOS. Pero ¿de verdad esperamos que alguien, cuya identidad no conocemos, se dirija formalmente a todos (incluidos los no andaluces) en una ocasión especial, como si charlara privadamente en un bar con alguno de ellos?
Ignoro las preguntas de la encuesta que, con el mismo lema (CON MUCHO ACENTO) del anuncio (convertido en viral, derivado de virus, mire usted por dónde) que ha ‘resucitado’ a Lola Flores, prepara el Barómetro Andaluz de la Fundación CENTRA, dependiente de la Consejería de la Presidencia. Pero estoy seguro de que las respuestas van a ser muy variadas, y es más que probable que cada encuestado barra hacia dentro y acabe inclinándose por el acento propio. Que los datos del 4º Informe de la Desigualdad en España (2020), de la Fundación Alternativas, sigan reflejando que Andalucía continúa entre las regiones con mayor riesgo de pobreza relativa y ocupando uno de los últimos puestos en los niveles de rendimiento educativo, no impide que, en el baile entre lo individual y lo colectivo con que se emplea el término único, gane casi siempre lo primero. No es casual que en el aludido mensaje publicitario, tras afirmarse que «nuestro deje es nuestro estilo de vida y nuestro carácter», se termine reconociendo que «a cada uno lo hace único el suyo». Nada tiene de extraño. Si la ‘Faraona’ no se cansaba de repetir que Dios rompió el molde con el que la hizo ¿para qué esforzarse en intentar imitarla?