José Antonio Vázquez Taín, el juez del Camino de Santiago
ABC DEL MOTOR OR Los renacidos: modelos que triunfaron hace años y que han vuelto al mercado ado mala, está ganada a pulso». Al magistrado, que ahora está al frente de un juzgado de lo Penal en A Coruña, se le acercan por la calle a pedirle consejo o súplica: penados y expenados, familiares de víctimas o de presos.
Dice que tenía una deuda con el Camino y con el Apóstol, un débito imaginario que aún no considera saldado, por lo que amenaza con otro novelón cuajado de historia y personajes anónimos. Y eso que recuperó una joya única en el mundo como el Códice Calixtino y lo devolvió a la Catedral acompañado del presidente Rajoy. «El robo y la recuperación del Códice fue como si el Apóstol me dijera ‘ven y conoce los secretos de la Catedral’». Como siempre no rehusó la oferta.
El saludo medieval de los peregrinos ‘Ultreia’ (más allá) y la respuesta, ‘et suseia’ (y más arriba) le inspiran y lo azuzan, aunque admite que no necesita que lo espoleen demasiado. Sueña con volver a un juzgado de instrucción porque se siente más útil y en abrirse a otras formas de expresión. De las altas togas solo espera lo que todos: que el Consejo General del Poder Judicial se despolitice y recupere su prestigo pero «después de 23 años no me fío», reconoce.
Dan ganas de fugarse en el maletero del Perseverance
M Eha dado envidia el Perseverance. Escuché a Pablo Iglesias en la conmemoración de los 40 años del 23-F y me entraron unas ganas impulsivas de convertirme en un rover supersónico. Había pensado exiliarme en el maletero de un coche a algún país tranquilo para no tener que comerme el coco con las antinomias de la nueva izquierda. Qué decepción de comunistas. Creí que serían los más efusivos celebrando el triunfo de la democracia sobre un alzamiento fascista, más ahora que los ‘antifas’ están tan amartelados con la revolución para que la libertad de expresión incluya el adoquín, y resulta que fueron los únicos que no aplaudieron. Enarbolan tantas banderas que no tienen tiempo de creer en ninguna. Si critican el golpe, tienen que elogiar al Rey. ¿Qué dedo se cortan que no les duela? ¿El del feminismo o el del islamismo? ¿El de la libertad sexual o el del dinero que llega de los regímenes donde ahorcan a los homosexuales? ¿El de las víctimas de ETA o el de su amigo Otegi?...
Me hizo gracia una señora independentista a la que le pusieron la alcachofa en la tele durante los disturbios de Barcelona. «Pensé que le iban a destrozar el escaparate a mi vecina, pero al final se comportaron y sólo le tiraron piedras a los policías». Sin darse cuenta, esa mujer había puesto el dedo en el nudo. El politiqueo ha logrado normalizar los ataques a las fuerzas de seguridad, a la Monarquía y a la salud para proteger su estatus mientras los ‘paganinis’ asistimos al destrozo comiendo palomitas. Si los escaparates merecen protección y los policías no, la lógica nos lleva a que el 8-M sea más importante que los muertos y el vicepresidente se comporte cuando apedrea al Rey emérito y defiende a un delincuente condenado en firme. El populismo, que tanto ha denunciado la posverdad, hace equilibrismo para negarle a don Juan Carlos I su obra. Dice que fue una ‘operación de Estado’. Y como yo quiero comportarme por derecho, no como los que apoyan al ripioso lanzando ripios de granito, he descartado el exilio terráqueo, que es una ordinariez al alcance de un Puigdemont cualquiera. Voy a consultar a la NASA a ver si hay hueco para mí en el maletero del Perseverance en el próximo viaje a Marte.