El contraste entre lo que dice que hace y lo que no hace es fascinante
COMO bien acaba de explicar Cameron, que a pesar de su patinazo del Brexit no era ningún cretino, la crisis del Covid ha sometido a los países a un estrés económico y vivencial equivalente al de un estado de guerra. Por eso se requieren medidas absolutamente excepcionales y gobiernos decididos y eficaces dispuestos a adoptarlas. Pero en España empieza a cundir la parasicológica sensación de que Sánchez es en realidad un holograma; omnipresente, porque su aparato de propaganda es incansable, pero inoperante. El contraste entre lo que dice que hace y lo que no hace empieza a resultar fascinante:
–Lo primero que se le pide a un gobierno en un estado de emergencia epidemiológica son los datos básicos y transmitirlos con sinceridad a la población. La primera pregunta es obvia: ¿Cuánta gente ha muerto? Sánchez dijo el miércoles en el Congreso que 68.079. Falso. El INE le acaba de sacar los colores fijando la cifra en 99.715 fallecidos a 15 de febrero. A día de hoy, por desgracia, han muerto ya más de cien mil españoles. Están burlando la memoria de 32.000 víctimas para salir mejor parados en los rankings internacionales (donde España, aún trucando sus cifras, es hoy sexta del mundo en muertos por millón, según la Johns Hopkins).
–¿Está el Gobierno atendiendo las urgentes necesidades de familias y empresas? Sánchez continúa alardeando de ‘escudo social’ y un plan de choque ‘sin precedentes’ de ‘200.000 millones’. Humo. A comienzos de este mes, el BCE informó de que España es el país de la zona euro que menos gastó en 2020 en hacer frente a la crisis, a pesar de ser el que sufrió la mayor caída del PIB. Sánchez, con toda su prosopopeya, solo ha invertido el equivalente al 1,3% del PIB en alivios fiscales y ayudas directas a familias y empresas. La media de la zona euro es del 4%, el triple. El miércoles en el Congreso, sabedor de que ha dejado tirados a empresas y autónomos, anunció por sorpresa un nuevo plan de ayudas directas de 11.000 millones. Preguntada al respecto, Nadia Calviño balbucía evasivas, pues se trataba de un conejo sacado a última hora de la chistera del que nada sabía.
–¿Qué fue del ingreso mínimo vital? Otro tocomocho. Según acaba de revelar ABC, solo ha llegado a uno de cada cinco. Se prometió que lo recibirían 850.000 hogares y solo lo perciben 160.000.
–¿Para qué sirve el estado de alarma? En noviembre se aprobó un inaudito estado de alarma de seis meses, hasta el 9 de mayo, con poderes extraordinarios al Ejecutivo. Sorprendentemente, lo que ha hecho con ellos es ponerse de perfil ante la segunda y tercera ola. Ni siquiera se ha molestado en aprobar un modusoperandi de vacunación común a todas las comunidades, o pautas generales ante los periodos vacacionales. ¿Para qué entonces el larguísimo estado de alarma? Pues para ahorrarse los controles democráticos elementales.
Programa de Gobierno: enredar, crear problemas artificiales, controlar los medios y sobrevivir a cualquier precio.