ABC (Sevilla)

VISTO Y NO VISTO

- IGNACIO RUIZ-QUINTANO

«Para Hegel, no hay libertad sin ley; pero él lo convierte en que, donde hay ley, hay libertad, con lo que libertad, para él, no es más que el derecho a obedecer a la policía»

PRUEBA de la degeneraci­ón moral de la sociedad española: de la contestaci­ón mayoritari­a a la ley de la patada en la puerta de Corcuera a la aceptación entusiasta, unánime, de la patada policial en la puerta, sin orden judicial, para reventar un guateque doméstico (¡o una misa de Pascua!). Ni un solo partido, que son los ‘patronus’ en este Régimen de poder, se ha dignado en disimular ante los libertos, que somos nosotros.

–Hombre, si no les abres la puerta cuando te lo piden ¿qué quieres que hagan los policías?

La primera vez que lo lees, crees que sólo es una boutade salida de la lógica ingeniosa de una inteligenc­ia suprema, como la de Russell (Santayana le reprochó haberla malgastado en juegos de ingenio) explicando la libertad según Hegel:

–Para Hegel, y hasta aquí podemos coincidir, no hay libertad sin ley; pero él lo convierte en que, donde hay ley, hay libertad, con lo que libertad, para él, no es más que el derecho a obedecer a la policía.

En el Estado de Partidos todo es mentira menos lo malo, y contiene el fascismo (técnicamen­te el fascismo es lo que Russell dijo en la aduana: el sometimien­to del legislativ­o al ejecutivo) como la bellota la encina.

En la primavera del 44, Russell estaba en América y quiso regresar a Inglaterra, pero no había pasajes y recurrió a la Embajada. Dijo: «Admitirán ustedes que ésta es una guerra contra el fascismo». «Sí», le contestaro­n. «Y admitirán también que, en esencia, el fascismo es la subordinac­ión del poder legislativ­o al ejecutivo». «Sí». Él prosiguió: «Pues bien, yo soy el poder legislativ­o, y ustedes, el ejecutivo. Así que, si me retienen lejos de mis funciones legislativ­as un solo día más de lo necesario, son ustedes unos fascistas». Y le firmaron un pasaje.

–Europa –copio de mi ensayista– no tendrá independen­cia mientras dure la cultura satisfecha y optimista del liberto que, como el carnero liberado del lobo en la fábula de Santayana, está feliz porque el nuevo depredador político le acaricia a veces el lomo.

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