ABC (Sevilla)

Casi 70 años después de su muerte, por fin se le hace justicia

- PEDRO GARCÍA CUARTANGO

LA figura de Herman Mankiewicz, periodista y guionista, ha permanecid­o oscurecida desde su muerte en 1953 por el brillo de su hermano Joseph, el legendario director de ‘Cleopatra’ y ‘La huella’. Ahora emerge de la sombra gracias al magnífico trabajo de David Fincher en ‘Mank’, que cuenta la colaboraci­ón entre Herman y Orson Welles en ‘Ciudadano Kane’, valorada por muchos como la mejor película de la historia del cine.

Fincher relata en su nuevo filme, nominado a diez oscars de Hollywood, la génesis del guion que escribió Herman Mankiewicz en una casa de Rancho Verde, una finca del desierto de Mojave. Allí permaneció aislado durante dos meses hasta que entregó a Welles las 200 páginas sobre las que rodó ‘Ciudadano Kane’.

Herman se inspiró en la relación entre William Randolph Hearst, el propietari­o de una cadena de 30 periódicos, y la actriz Marion Davies, su amante durante tres décadas. Les conocía muy bien porque era visitante de San Simeón, la lujosa mansión del magnate.

Mank, como le apodaban sus íntimos, era alcohólico, adicto a las apuestas y, además de eso, el guionista más brillante del Hollywood de los años 30. Judío neoyorkino, tenía ideas socialista­s y ayudó a muchas familias a abandonar Alemania tras la llegada de Hitler al poder. Goebbels había vetado el estreno de cualquier película en la que figurara su nombre. Era un tipo humano al que le perdía su brutal sinceridad, de la que hacía gala ante Louis B. Mayer, Irving Thalberg, David O. Selznick, Hearst y los demás amos de la industria del cine.

Pues bien, Mank fue quien concibió la historia del ascenso y caída de Charles Forster Kane, contada por un coro de personajes con distintos puntos de vista. Y suya fue la idea de ‘Rosebud’, la misteriosa expresión de Kane en su agonía. Welles rescribió el trabajo y tiene el gran mérito de haberlo plasmado en imágenes.

Ambos aparecían en los créditos de la película como coautores del guion, galardonad­o con un oscar en 1941. Pero Welles intentó apropiárse­lo sin éxito al ofrecer 10.000 dólares a Herman para que no figurase su aportación al filme. Mank diría después que Orson se había limitado a poner su nombre, lo cual era injusto.

La RKO y Welles sufrieron enormes presiones de Mayer, el jefe de la Metro, y otros productore­s para que la película no se estrenara. No les gustaba la imagen de Hearst ni de Hollywood. Por ello, propusiero­n comprar el filme a un precio que triplicaba sus costes. Pero no cedieron.

Hoy podemos admirar y disfrutar de esta gran obra maestra y de la labor como guionista de Mank, que tuvo el mérito de mantener su libertad artística en un mundo dominado por el dinero, los intereses y la política. Pagó cara su independen­cia porque los grandes estudios dejaron de fiarse de él. Casi 70 años después de su muerte, por fin se le hace justicia.

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