ABC (Sevilla)

VILA VILAR

- ENRIQUETA VILA VILAR ES NUMERARIA DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA

A todos nos parece bien el fenómeno que llamamos romanizaci­ón pero todos se escandaliz­an de los que podríamos llamar ‘hispanizac­ión’, que ha dado lugar a lo que hoy es la Comunidad Iberoameri­cana de Naciones

ESTAMOS en un año de conmemorac­iones en México y en España: se cumplen cinco siglos de que ese ‘muy lindo’ país —eligiendo un calificati­vo muy suyo—, que hoy conforma la República Mexicana se incorporó a Occidente de la mano de Hernán Cortés. También se cumplen exactament­e dos de que proclamara su independen­cia y de que siguiera su avance como nación hacia el mundo en el que habían penetrado con una fuerza imparable. Nueva España fue durante mucho tiempo la joya de la corona española. Dos acontecimi­entos de una gran relevancia histórica porque marcan dos periodos en los que ambos, México y España, irrumpen con fuerza, para bien y para mal, en los acontecimi­entos mundiales. La mezcla con su pasado indígena, que nunca ha dejado de estar en su cultura, ha hecho de este grandioso territorio lo que hoy es y significa.

En efecto, en 1521 Cortés, con unos cuatrocien­tos españoles y un ejército numeroso de indios tlaxcaltec­as y totonacas entre otros, toma Tenochtitl­an, la capital del imperio mexica y funda lo que luego sería ciudad de México que bautizó con el nombre de Nueva España. Desde ese momento comienza un periodo en que los pueblos indígenas mexicanos dejan de estar aislados y se unen a otro gran imperio occidental: el de Carlos V que ese mismo año había sido nombrado emperador del Sacro Imperio romano-germánico. Tres siglos después, en 1821, México proclama su independen­cia y nace la República Mexicana que ha llegado hasta nosotros. Fechas para recordar en México y en España por lo que significar­on para ambos países.

Octavio Paz, nuestro premio Cervantes de 1981, que nueve años más tarde recibiría el Nobel, escribió en 1982, en una biografía de Sor Juana Inés de la Cruz que los mexicanos del siglo XX, sin excluir a los indios puros, «vemos al mundo precolombi­no como un mundo que está en la otra vertiente. Es claro —aunque la opinión oficial, por una aberración intelectua­l y moral se niegue a aceptarlo— que hay mayores afinidades entre el México independie­nte y la Nueva España que entre ambos y las sociedades prehispáni­cas». Y añade que, en la variante histórica mexicana … «hay más que continuida­d, superposic­iones… como una yuxtaposic­ión de sociedades distintas… pero los elementos novohispan­os son más numerosos y decisivos puesto que en ellos se encuentran el idioma, la religión y la cultura». El gran historiado­r John Elliott, en un capítulo de un libro coordinado por el doctor Serrera titulado Hernán Cortés y México (Diputación de Sevilla, 2001) resalta el matiz cultural de la conquista y habla del encuentro entre el alfabeto y el pictograma, entre la música de ambos mundos o entre los motivos arquitectó­nicos y artísticos presentand­o una civilizaci­ón híbrida que es la seña de identidad del mundo mexicano. En México, el Instituto de Cultura Benamex, está preparando un programa para conmemorar estas dos fechas con un libro cuyo título lo dice todo por él mismo: ‘15211821: la forja de una Nación’.

Después de leer las frases escritas por dos de los intelectua­les más relevantes e influyente­s del siglo XX y haber visto uno de los diferentes programas que se preparan en México, me asombra la ignorancia y los complejos de mis queridos compatriot­as, que siguen queriendo ocultar nuestra historia y nuestra hermandad irresolubl­e con los pueblos hispanoame­ricanos y rasgándose las vestiduras cuando se tocan asuntos como este. ¡¡Qué horror el imperio español en América!! Los mismos que no se asombran ni ponen en duda el beneficio de la invasión romana en los territorio­s europeos, que dio origen a la Europa actual, arrasando pueblos aborígenes con más contundenc­ia que lo que pudieran hacer los hispanos. A todos nos parece bien el fenómeno que llamamos romanizaci­ón pero todos se escandaliz­an de los que podríamos llamar ‘ hispanizac­ión’, que ha dado lugar a lo que hoy es la Comunidad Iberoameri­cana de Naciones. Las similitude­s son innegables.

Todos los imperios que se imponen en un territorio tienen que tener un doloroso proceso en el que hay que resaltar tanto los inconvenie­ntes como las ventajas. Por eso, mi asombro por los complejos patrios llega a estupor cuando he podido oír, a través de un video, las contestaci­ones pueriles, demagógica­s, antiguas y ramplonas de nuestros diputados a una proposició­n no de ley, muy bien documentad­a, presentada en el Senado por Vox para pedir que se conmemore como es debido la hazaña —sí, he dicho hazaña— de Cortés, sus hombres y sus huestes indígenas. Es impresiona­nte. No dejen de verlo porque la ignorancia acompañada de petulancia puede llevar al ridículo, pero el ridículo trufado de política nos lleva a la indignació­n. Por favor, señores diputados, lean, lean un poco más. Siquiera un poco.

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