ABC (Sevilla)

Libertad condiciona­l

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Como se asoman los presos a la reja de su celda cuando saben que son inocentes, así mira el Cautivo por el arco túmido de su templo. Y ni cuando la muchedumbr­e le rodea se rompe su soledad porque es una soledad de los adentros. No es de ayer ni de mañana. Es de siempre. Los ojos del Señor miran en el Tiro de Línea hacia la memoria, cabizbajo y con andares de cansera, para buscar en ella las caras del barrio antiguo, el barrio del ‘padre Botella’, el de Gómez Millán trazando las hechuras de una iglesia que ahora es lugar al que peregrinar y entonces era sólo el punto de partida. Ayer la cola llegaba al paso a nivel, donde en aquel tiempo los trenes partían el mundo en dos. Pero Él estaba solo. Cautivo y sin nadie. Lo mirabas desde la puerta hundido entre la gente y sólo se veía su rostro sereno echando la vista en la soga de sus muñecas. Era una metáfora de este sinvivir de templos abiertos y cofradías cerradas. El Cautivo está en libertad condiciona­l. Y como está Él, estamos todos. Después de la explosión del Domingo de Ramos, la

Semana Santa ya parece que tiene prisa por volver a su celda. Que quiere regresar al presidio de los días corrientes por el primer atajo que encuentre. En el Polígono de San Pablo había una bulla en calma. Otro Cautivo mirando por la ventana el tráfago de este mundo apresurado en el que muchos no han podido levantarse de la caída de la pandemia. Jesús de las Penas puede. Se ha caído tantas veces a lo largo de los siglos el Señor en San Vicente... Él siempre tiene fuerzas para levantarse aunque ayer la hermandad le tendiera una alfombra de claveles en la que daba gusto hincar la rodilla. Pero hay días en los que somos nosotros los que no tenemos ganas de levantarno­s. Esos días en los que nada está en su sitio salvo Judas, que siempre llega a tiempo a la mejilla de Jesús. El traidor estaba expuesto en la exposición de Cajasol, pero ayer se fugó para cumplir su felonía en el huerto. Nosotros no podemos besar las manos de la Virgen del Rocío ni las del Cautivo, pero Judas sí puede besar la cara del Señor. Así es la vida. La mano caída de Cristo muerto en la hermandad de Santa Marta era ayer la más real de todas las manos a las que no podemos agarrarnos ahora. En su casa, San Andrés, está enterrado Juan Valdés Leal, el pintor de las postrimerí­as. Y en la hilera de devotos que visitaban ayer al yacente sobrevolab­a el deseo del cuadro más célebre del artista, ‘In ictu oculi’, en un abrir y cerrar de ojos... ¿Cuándo pasará esta coyuntura fugitiva? ¿Cuándo morirá el Cristo de la Expiración del Museo? La realidad es que el Lunes Santo hay más gente esperando contemplar su agonía que en la fila de la pinacoteca. Porque Dios es una obra viva en Sevilla, una emoción que zigzaguea en la cruz como queriendo desenclava­rse y abrazarnos. Los sevillanos queremos cumplir el rito, postrarnos ante la Virgen de las Aguas, que es la Niña guapa a la que aspiran las inmaculada­s de Murillo, mirar de reojo a la Virgen de Guadalupe, que le sigue guardando el luto a Luis Álvarez Duarte, echarle un pulso a la Virgen de las Tristezas de la Vera Cruz para ver algún día nuestras tristezas puede igualar las suyas... Pero ayer confirmamo­s que estamos como el Cautivo cuando sale: atados en la calle, obligados a regresar antes de que caiga la noche a nuestro confinamie­nto. Tercer grado penitencia­rio. Así que al mirar por ese ventanuco la única salida que nos queda es apuntar al Tardón. Allí también estaba ayer Cristo cautivo en su Soberano Poder ante Caifás. Pero a Él le acompaña la Salud, que es lo que más falta nos hace ahora.

Ayer los sevillanos estaban como el Cautivo los Lunes Santos, en la calle pero atados, en semilibert­ad

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