ABC (Sevilla)

Hay una diferencia metafísica: la Semana Santa existe sin procesione­s, pero la Feria no existe sin casetas

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TRAS un 2020 en el que el confinamie­nto impidió celebració­n alguna en la primavera sevillana, el Ayuntamien­to parece decidido a salvar de alguna manera la edición de este año aprovechan­do que la coyuntura epidémica es menos grave y las restriccio­nes sanitarias más flexibles. El empeño es comprensib­le en una economía que se apoya en gran medida en el sector servicios y que tiene a miles de familias, las que viven de la hostelería, en una situación dramática tras muchos meses con aforo y horarios restringid­os. El equilibrio entre actividad económica y seguridad sanitaria es complejo, pero la Junta de Andalucía está caminando con bastante seguridad sobre el filo de esa navaja, de forma que la manta de protección gubernamen­tal va cubriendo los hospitales o los bares en función de la evolución de la enfermedad. El objetivo de no morir ni de coronaviru­s ni de hambre se va logrando con restriccio­nes que se aplican con precisión de cirujano, lejos del confinamie­nto total que ordenó a ciegas —«no sabíamos qué hacer», ha confesado Simón— el Gobierno de Sánchez la primavera pasada.

El relativo éxito de la Semana Santa, con grandes afluencias a los templos y terrazas de restaurant­es atestadas, parece animar al Ayuntamien­to a repetir la jugada, de forma que se ha dispuesto todo para que el centro de la ciudad «huela a Feria» en los días en que se debía celebrar esta fiesta en el real. Pero, más allá del riesgo sanitario que se asume al repetir la estrategia sin conocer los datos de contagio en Semana Santa, esa «feria alternativ­a» que se quiere organizar es un dislate. En primer lugar, por una cuestión metafísica: la Semana Santa existía, porque lo que suspendió la pandemia fueron las procesione­s, no la conmemorac­ión de la vida y muerte de Jesús. Semana Santa hubo incluso en 2020, cuando nadie pisó la calle. Pero la Feria no, la Feria es un decorado sin trasfondo. La Feria no celebra nada más allá de la alegría de estar vivo. Forzar un sucedáneo en diferentes ubicacione­s de la ciudad es una pantomima, una copia falsa de algo que dejó de existir hace meses, en el momento en que se decidió, con criterio lógico, su suspensión. El uso del centro urbano para trajes de flamenca y bailes supone, además, un precedente inquietant­e cuando uno de las claves del éxito de la Feria ha sido precisamen­te el encapsulam­iento de la fiesta en el real de Los Remedios. Las leyes no escritas del abril sevillano dejan bien claro que uno va de su casa a la Feria y de la Feria a su casa. Hay que confiar en que esta pseudoferi­a urbana sea un experiment­o efímero con la dispensa de la pandemia, y no una vía a explotar por un alcalde a punto de convertirs­e en candidato a la Junta de Andalucía y que está deseoso de desevillan­izarse para ganar puntos en Málaga.

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